jueves, agosto 31, 2006

Corazón, de Edmundo de Amicis

Yo por Dentro - Vida Diaria


Me lo regaló mi madre, creo que porque en la escuela primaria se lo habían hecho leer y le había gustado. Las ilustraciones que aparecían en papel plastificado y una vez cada “muchas” páginas, me hacían entender que ese sería mi primer libro largo en serio. Supongo que los tomos de esas colecciónes (roja y azul de Billiken) estarían en el estante de las novedades en oferta por aquel entonces, ya que vino acompañado de “Las Aventuras de Tom Sawyer”.

Yo no había empezado a ir a la escuela y ya lo leía, por lo que deduzco que lo recibí con cuatro años de edad. Sigue siendo mi libro preferido, y años atrás lloré de emoción cuado, por accidente, me encontré viéndolo en la forma de dibujitos animados, en un canal de cable desaparecido. Pero también lloro cada vez que veo que matan al negro de “Milagros Inesperados” mientras canta “Cheek to cheek”, así que… no me presten demasiada atención. Lloro por muchas cosas.

El caso es que días atrás, tomaba un té con un docente cuando éste me comentó que se ve obligado –nuevamente- a darles una adaptación resumida de un libro a sus alumnos. Capricho de una escuela privada que pretende que niños de diez y once años lean un mínimo de doscientos libros a lo largo de los nueve meses de ciclo lectivo, a cualquier precio, aunque algunos no sepan todavía identificar vocales y consonantes, o visto un colectivo por dentro. Y le tocó a mi amigo Samuel Clemens, como si Tom Sawyer (con Huckleberry sucede algo diferente, siendo una crítica social mucho más seria) no hubiese sido escrito para que lo leyesen los niños, pobre diablo…

Me da miedo que esta costumbre de abarcar mucho y apretar poco sea adquirida por otras materias que también considero indispensables. Imagínense que en matemática se enseñase a multiplicar y a dividir apenas llegados los chicos a primer grado. Pero sólo por 1, 2 y 3, ya que los números 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 0 se irían aprendiendo en los años siguientes. O que en Geografía, durante el EGB se enseñasen todos los nombres de los países del mundo, pero no se aprendiese a ubicarlos en el mapa a ninguno. Eso ya quedaría para Tercer Año Polimodal.


En Historia, se enseñaría todo lo que pasó en todos los países del mundo el 25 de Mayo de 1810. Y se pegarín daguerrotipos de todos los próceres juntos, de todo el mundo, en una cartulina. El nombre de cada uno se aprendería en Segundo Año Polimodal y lo que hizo cada uno se dictaría en el CBC en caso de que el alumno quisiese seguir el profesorado de Historia.

A la larga se quitarían todas estas materias, por su escasa utilidad y lo engorroso de su aprendizaje (supongo que el francés en los secundarios no le servía a nadie), y se las reemplazaría con las que sonasen mejor, como: “Ciencia Visual Sugerida del Conocimiento”, “Ecología Deportiva Artística”, “Filosofía Introductiva del Marketing Adolescente Exacto”, “Desplazamientos Genéticos Ambientales”, “Salypimientación Humanística de la Sociedad” y así.

Lo bueno es que de a poco yo voy pareciendo más inteligente, más culto, y mejor hablado, pese a que escribo y leo mucho peor que hace unos años. Y no tengo que hacer nada: alcanza con que el sistema educativo se siga echando a perder solito.

miércoles, agosto 30, 2006

Chin bombacha

Vida Diaria

Me enteré recientemente de que en ciertas zonas rurales de China es común y hasta necesario que se contraten strippers para llevar la mayor cantidad de gente posible a un velorio. A mayor cantidad de gente, más honor para el difunto. En la tele aparecieron imágenes de la policía haciendo operativos en plena ceremonia, ya que aparentemente, se quiere prohibir todo el asunto. La verdad es que no sé por dónde empezar… Me parece particularmente interesante la idea de fingir la propia muerte o envenenar a un conocido y conseguir un lapdance gratis.

Es tan horripilante todo lo que se me ocurre que no voy a escribirlo. Casi en su mayoría, mis pensamientos consisten en una sucesión de chistes previsibles referidos al rigor mortis; resulta muy complicado elucubrar algo de calidad cuando la situación misma es tan cómica. En cualquier caso, me pregunto si esa costumbre se trasladará a los funerales de chinos realizados aquí en Buenos Aires, donde la comunidad asiática es cada vez mayor gracias a su dominio del supermercadismo barrial.

Cuando eso ocurra, las cajeras y repositores de mercadería van a tener dos motivos para festejar la muerte de sus empleadores (el otro es el placer de ver llorar a los hijos del muerto, quienes se harán cargo del negocio para seguir explotándolos), y eso es bastante más que cualquier cosa a la que muchos de nosotros podamos aspirar.

Imagino, durante el funeral de un respetable señor, a una jovencita de veinte años llorando desconsolada ante la pérdida, y luego a un muchacho bronceado, musculoso, completamente aceitado, tomándola de las manos y apoyándoselas sobre sus resbaladizos pectorales al tiempo que mueve la pelvis realizando movimientos copulatorios y dice algo así como: “¡Se fue Papaaaaaá, pero llegó Papiiiito!”.

martes, agosto 29, 2006

Happy Bearday, Gimena

Yo por Dentro

Mañana, 30 de Agosto, mi novia cumple años. Muchas veces la he mencionado al pasar en Damos Pen@, y otras tantas ella ha mezclado su voz entre los comentarios. Fue la musa de la “Guía para conseguir la Luna”, y si tengo que describir lo que siento por ella, diré que “She´s the best part of my day” (que en inglés quiere decir “te amo”, aunque con otras palabras). Por cierto, si este artículo se publicó, fue porque ella le dio su aprobación. Y censura.

Lo simpático es que alguna vez fui su alumno. Una de las cosas que más me atrajo (deduzcan las otras) fue precisamente su inteligencia y nivel cultural, muy superiores a los míos. Siendo una encantadora profesora de Literatura, rubia y de ojos verdes, me tuvo a sus pies más o menos desde que la vi. Adorándola como la adoraba (y adoro), no pude evitar imaginármela con novio. La cuestión es que casi lo tenía, pero no. Tuve bastante suerte, lo reconozco.

Empujado vaya uno a saber porqué, comencé a demostrarle mi interés de inmediato, tratando de impresionarla (con cosas como este blog) y de disimular que, intimidadísimo, me moría de miedo. Me costó un año de mi vida, unos buenos pesos, angustias varias, desilusiones y cantidades inmedibles de dolor, pero desde hace poco más de tres meses estamos comprometidos, y yo soy tan feliz como puedo ser. Tal vez, más. Aún no comprendo como salí vivo y airoso de todo eso, o como evité vomitar llorando (que creo fue lo único que me faltó, dentro de las paredes del patetismo). Lo mío, más que un delicado juego de la seducción, fue un meticuloso proceso de erosión.

Como dije en algún comment hecho en un blog vecino, no veo la hora de poder llenarla de “besitos matrimoniales”. Tenemos pensado casarnos el año que viene, y entre los dos ya hemos ahorrado setenta pesos. Miento, ayer pagué el celular así que nos quedan 35 pesos. No entiendo lo que ve en mí (tengo mis sospechas aunque prefiero no preguntarle por miedo a que se avive), pero sé que no la voy a dejar escapar nunca. Nos amamos con todo el corazón.

Eso sí, como todas las cosas en este mundo, mi novia es imperfecta. Hoy, aquí y ahora, voy a revelar el más perturbador de sus defectos: Se come mi maldita comida tras haberla rechazado.

-¿Querés? -le pregunto acercándole la última empanada.
-No –me responde con cara de llena.
-¿La mitad? –insisto.
-No, mi amor, comela vos.

Entonces, de acuerdo a las reglas universales de la posesión alimenticia, esa empanada pasa a ser mía. Pero cuando la suelto para tomar el vaso, chau empanada. Se la comió. Y así con todo: galletitas dulces, pizza, pedacitos de pollo, sánguches, facturas, etc. Me frustra, porque mi organización psicofísica ya estaba hecha a la idea de comerse esa empanada despreciada. Me fastidia mucho, y ella lo sabe. Cuando se lo hago notar, me mira mientras mastica, con ese gesto tan dulce que tiene, y esa cara que tan bien le sale… y estoy tan perdido y suyo como esa empanada que llena de escamas doradas la servilleta en su mano.

Un día voy a hacer la prueba de comer la mitad de una caja de crayones, o una plancha de telgopor, y voltear la cabeza hacia otro lado, a ver que pasa. Padece también de otro desorden neurológico que la lleva a comer las papas fritas de a pedazos, intercalando mitades y tercios de una con otra, pero como lo hace con sus papas fritas, no me preocupa.

Hoy, quiero que me ayuden a desearle el más feliz de los cumpleaños (para cuando ella lea el blog), saludándola fuerte. Prometo fastidiarla para que les responda, y escribir un post no tan largo (y menos personal) mañana temprano.

lunes, agosto 28, 2006

Al Lazareto por canuto

Yo por Dentro - Vida Diaria

Los “genéricos” (aclaro porque Damos Pena está poniéndose cada vez mas internacional), son aquellos remedios que contienen los mismos componentes que sus pares caros, pero cuestan mucho menos. Bueno, no sé si mucho, pero menos. Pongámoslo en palabras de mi madre:

-“El remedio es el mismo, lo único que cambia es la caja y el nombre del laboratorio. No hay que pagar marcas. Y la próxima vez secá el piso del baño cuando salís de bañarte, mirá como lo seco yo y no me canso…y soy mas gente que vos.”

Estando así como estoy, con los gastos cuidadosamente planeados, estudiados y reducidos, caigo en sus redes cuando me engripo (o se me infecta una muela) y necesito mi dosis anual de amoxicilina (el genérico cuesta $5 y el renombrado Amoxidal cuesta $8). Pero el otro día me abrazó el pánico al percatarme de que esta actitud me puede llegar a costar la vida. Y brindaré un estupidísimo ejemplo para que comprendan mi preocupación.

¿Cuál es el mejor lápiz que uno puede tener en cualquier cartuchera, cartera u oficina? La respuesta es fácil: el “Staedtler Noris HB Nº 2”, fabricado en Alemania. Puesto así, algunos no lo van a conocer, pero si les digo que es el lápiz negro de extremo rojo (con un pequeño anillo blanco y sin goma incorporada), de superficie pintada en franjas longitudinales, amarillas y negras en cada uno de sus seis lados, con palabritas en dorado… la cosa cambia. Su forma hexagonal en vez de cilíndrica hace que tenga más agarre que cualquier otro artilugio de la competencia.

Es El Lápiz. Su grafito es resistente, y la madera es de buena calidad: no se astilla, ni se parte aunque se precipite al piso tres veces por día. Y te dura años y años, aunque lo uses a menudo. Lo tengo en mi cartuchera y confío tanto en él, que no llevo sacapuntas. Es una auténtica maravilla y quizá una de las más brillantes demostraciones de que se pueden hacer las cosas bien y alcanzar el éxito sin poner anuncios publicitarios o avisos en medio ninguno. Su calidad es su propio aviso. No resulta precisamente caro, pero cuesta un poquito más que los otros lápices. Y tal vez te compres sólo uno con el dinero que conseguirías cinco lápices “genéricos” de marca ACME, probablemente chinos. Ambas marcas tienen grafito, madera y forma de lápiz, pero no pueden compararse. Porque el Staedtler vale cada maldito centavo y más.

¿Se entiende? Me pregunto si lo barato no saldrá realmente caro; si la diferencia de costos y/o el supuesto espíritu “anti- renombre” no me estarán llevando a equivocarme con respecto a muchas cosas.
PD: Fue difícil no titular este post diciendo las palabras “Lápiz Japonés” una y otra vez, a gran velocidad.

viernes, agosto 25, 2006

Enclenquitos Histéricos del Siglo XX

Científicamente - Vida Diaria

Continuaremos la línea del artículo anterior, debido a que el tema no sólo interesó y va a dar para inservibles discusiones de fin de semana, sino que también sacó a relucir un aspecto aparentemente fundamental a la hora de reducir nuestras expectativas y calidad de vida. Me refiero, obviamente, al stress.

El stress es una realidad. Y en lo personal, podría incluso indicar mis niveles diarios, porque suelo percibir tanto los síntomas como las altas y bajas (léase fluctuaciones; hoy estoy funcionando con un 45% de stress, lo que en hectopascales viene a ser como 778, digo, que se yo, por ponerle una unidad de medida) en el mismo. También sé que es lo que debería de hacer para bajarlo un poco, pero bueno, todo no se puede, con eso de las cárceles, las dificultades a la hora de conseguir tricloruro de metilo, el sida, los derechos humanos, y demás supercherías.

No obstante, no creo que el stress haya comenzado a hacer verdadero daño hasta que el ser humano empezó a darse cuenta de que el mismo era tal y cual cosa. Porque hasta hace no muchos lustros, uno se moría, en el velorio las viejas decían “el Señor lo quería a su lado”, y punto. A ver si con unos ejemplos logro explayarme con un poco más de prolijidad:

A orillas de un río se halla sentado un pescador, cien años atrás. Tiene una caña, un montón de hilo y un tarro lleno de carnada. Si no logra pescar hoy, su familia no tendrá nada que comer. Sin embargo, no sufre de stress. Lo mismo le sucede a –supongamos- un cazador, un homo sapiens arcaico, o un hombre de Neanderthal, cincuenta mil años atrás. Si no volvía a casa arrastrando el cadáver de un pteranodon, un mamut o cualquier otro bicho de hace mucho rato, toda la tribu sufriría hambre, frío, maldiciones, sueño y que se yo cuantas otras cosas. Al igual que el pescador, no se estresa. Tal vez porque no sabe que los pteranodons longiceps vivieron durante el Cretácico Tardío y llevan 85 millones de años de haberse extinguido al momento de su fútil cacería, pero eso no importa, porque es un bruto de todas maneras.

La razón podría ser simple, si es que comenzamos a considerar que lo que no conocemos no puede dañarnos. Me pregunto (como lo hizo alguna vez otro muchacho) si acaso no habré sido yo inmortal, mas o menos, hasta los tres años. Habrá que volver a lo básico, supongo.

jueves, agosto 24, 2006

ADN Marca Piturro

Yo por Dentro - Científicamente - Madre Naturaleza

Estoy seguro de que algún científico o semejante debe de haber analizado y expuesto con mucho más detalle y conocimiento de causa la hipótesis que he estado cultivando y que leerán a continuación. Si no fue así, me referiré a ella de aquí en más como a la Teoría de la Genética Inversamente Proporcional. A mayor cantidad de humanos, menor calidad de los mismos. Y no me refiero a sus riquezas espirituales ni a su buen corazón o su actitud solidaria, no. Sino a su fortaleza física. A su resistencia; su salud bruta mas allá de su raza, religión o color de piel.

Me tomaré a mi mismo como ejemplo: Prematuro, nací tras apenas cinco meses de gestación, pesando sólo un kilogramo. Un paquete de yerba, si quieren: eso era yo. Un pequeño, frágil, ciego, huesudo, respiratoriamente inmaduro y gelatinoso paquete de yerba. Mi madre ya había perdido tres embarazos (por motivos bastante diferentes) antes de que yo apareciese, y prácticamente se hallaba hecha a la idea de que yo me convirtiese en la cuarta baja, pero por si acaso, todos probaron a ver que pasaba conmigo y me metieron en la incubadora, donde pasé los primeros cincuenta días de mi vida. En forma de catorce lunares sobre mi trasero, las catorce cicatrices que me dejaron las catorce inyecciones que me dieron para despabilarme, no me dejan mentir. Cada una de ellas representa un paro respiratorio, cada una deja por sentado que le debo mi vida (al menos en cierto porcentaje) a la ciencia médica.

Luego crecí, y hoy en día soy un grandulón de casi dos metros y noventa kilos. Practiqué deportes con regularidad durante mi niñez y no sufro de malformaciones, disfunciones o males extraños ni nada que se le parezca. Y no, no me faltan los genitales. Pero enfrentémoslo: soy de mala calidad: En otra época, no habría sobrevivido. Y no estoy hablando de quinientos años en el pasado, sino unos cincuenta, nomás.


Y vaya a saber uno cuando venció la garantía. Me enfermo con bastante facilidad y el oxígeno que se envió directamente a mi organismo ayudó a desarrollar mi miopía. Para peor, los hombres de mi familia no se caracterizan por alcanzar una vejez bíblica. Asma, problemas dermatológicos, cáncer de varias clases, problemas hepáticos, hipertensión, diabetes… Ustedes nómbrenlo, que de seguro lo tuvimos, más allá de que casi ninguno fume o beba.

Mi bisabuela materna, sin embargo, vivió mucho más de cien años. Su hija (mi abuela), hasta los 87, que podrían haber sido varios más de no ser porque dejó de cuidar su hipertensión. Y ambas trabajaron de sol a sol, sufriendo calamidades varias (léase: exponiéndose a factores de riesgo) y teniendo muchas menos comodidades que yo, pero comiendo empanadas fritas, milanesas, tortas fritas, grasas y todas esas cosas que hoy en día te matan.


Y ahí está la clave: no a todos los matan esas cosas. Porque los genéticamente superiores la pasan bomba comiendo cualquier cosa, fumando, bebiendo y haciéndonos creer que lo que nos arruina es el stress y el colesterol. Prueba de ello son los morochos que se sientan en la vereda a tomar cerveza, en cueros, vestidos únicamente con unos pantalones cortos en pleno invierno, y no se resfrían, mientras que yo necesito nebulizaciones con sólo ver una persona caminando descalza en una publicidad televisiva.

Ante una inminente falta de recursos debido a la superpoblación mundial, ¿No sería el máximo acto de heroísmo y sacrificio el que los genéticamente paparulos renunciásemos a tener hijos por los próximos cuarenta mil años a fin de que la raza se fortaleciese un poco?

Discutan.

miércoles, agosto 23, 2006

When I saw her standing there

Trabajando - Yo por Dentro

“No te das cuenta de que te faltan hasta que los perdés” dicen algunos emperadores de la obviedad para acordarse de los afectos desaparecidos. Creo que esa frase puede aplicarse en mayor o menos medida a casi todo, y por eso no la uso. Sin embargo, días atrás, una privación a la cual fui sometido me cambió muchos puntos de vista.

En mi lugar de trabajo, los baños son una cosa de no creer. Todo es nuevo, todo es inmaculado, todo parece muy caro; el inodoro succiona con fuerza hercúlea y el agua gira violentamente debido a que los sensores infrarrojos hacen correr el agua sin que uno tenga que hacer nada más que ponerse de pie (también gira cuando llevás mucho tiempo sentado y parece que te va a tragar la turbina de un Harrier), nunca faltan rollos de papel ni posa-nalgas descartables, los mingitorios no salpican sin importar el ángulo del pis (sí, lo probé)… Toda una maravilla en loza blanca y acero inoxidable, oliendo siempre a una mezcla de fruta y lavanda. A veces, creo que hasta me dan ganas de llevar pañales para adultos, a fin de no alterar la impecabilidad de las instalaciones con mis deposiciones. En resumidas cuentas: yo me casaría en ese baño, de no ser porque mi novia prefiere conservar la tradición optando por una ceremonia breve, perpetrada convencionalmente en una iglesia cristiana.

Uno de los cuatro inodoros está en el baño para discapacitados, que se aloja en un cubículo grande como el baño de mi casa completo. Precisamente ese inodoro que me ví forzado a usar, estando el resto ocupados.

Lo que no sabía, era que los inodoros para discapacitados son -cuando menos- 20 cm. más altos que los otros. La desesperante situación en la que me hallé no tiene nombre (que pueda pronunciarse en lengua humana de la cual se guarde registro), pero me sirvió para darme cuenta de que nada me resulta más incómodo que intentar hacer popó haciendo equilibrio sobre el inodoro, apoyando apenas las puntitas de los pies. Tal vez se deba a que soy alto, y a que por lo general me apoyo sólidamente sobre mis plantas, flexionando bien las piernas, con la autoridad indispensable en semejantes situaciones…

Pero no pude, y me quedé allí hasta que sentí que se desocupaba el inodoro de al lado, que se convirtió, sin saberlo, en la muchacha más bella del baile. La única con la cual puedo y podré bailar, de aquí en más, todas las milongas intestinales que me sorprendan tan lejos de casa.

martes, agosto 22, 2006

Gloria a Mantis II

Yo por Dentro - Religión

Si yo fuera Dios, de vez en cuando haría algunas cosas para demostrar que existo, sin dejar lugar a absolutamente ninguna duda. Casi todas mis maniobras tendrían que ver con desapariciones de cosas, algo que me parece podría sembrar el desconcierto –y seguidamente el terror- al descubrirse.

Imaginemos que un día nos levantamos para ir a trabajar/estudiar y falta la grifería del baño, por ejemplo. El resto está todo, pero donde deberían estar las canillas y manijitas hay solamente agujeros a través de los cuales el agua brota a borbotones. Ahora multipliquemos eso y trasladémoslo a todas las canillas de todos los baños de todo el mundo. En casas particulares, hoteles, restaurantes. No hay más canillas en los baños. En las cocinas, jardines y lavaderos sí, pero en los baños, nada. Y tampoco hay en los negocios donde las venden.

Las personas creerían, cada una, por su cuenta al final de tan caótico día, estar teniendo un absurdo sueño. Al otro día, (yo, Dios) devolvería las canillas a su lugar, pero escondería todo calzado de pie derecho existente sobre la faz de la Tierra. No quedaría ni una ojota, zapatilla, sandalia, mocasín, borcego o parecido capaz de lucirse en el pie derecho en todo el mundo.

En patas quedarían entonces las Barbies; en patas los reyes o sotas de las cartas españolas. Incluso en las fotografías de las revistas la gente aparecería con el pie diestro descalzo, en media, o como correspondiese a la instantánea. Lo mismo en las películas. Los de los pies izquierdos, estarían todos, lógicamente. Las zapaterías y casas de calzado, enloquecidas. Todos gritando y temiendo la alucinación, creyéndose en otro sueño absurdo o completamente locos, cada uno por su lado. Al otro día, todo regresaría a la normalidad. Bueno, casi todo. Porque habrían desaparecido todos los anteojos, tanto de sol como recetados. Y así hasta que todos creyesen en mí. O temiesen ante mi locura. Supongo que incluso se terminarían unificando las religiones.

Se me dirá que muchas tribus de aborígenes no se darían cuenta de lo ocurrido, carentes de calzado, grifería y anteojos como viven. Pero de ellos me encargaría luego, volviéndolos rubios y de ojos rojos, o algo así. Porque esos milagros al estilo de que: “sale el sol todos los días”, o se cure uno de cada cincuenta mil enfermos de cáncer, bueno, han dejado de sorprender a la muchachada (o al menos a mí, que soy hombre e imperfecto) desde hace rato. Porque a veces no alcanza.


Si se me pregunta, diré que a mí me gustan más los milagros chiquititos. En esos, creo más fácil y rápido, sin hacerme demasiadas preguntas incómodas.

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lunes, agosto 21, 2006

Hasta el Cuadril

Yo por Dentro

Domingo a la mañana. Mirando televisión, trato de encontrar algo para entretenerme hasta el mediodía, momento en el que -tal vez-, me levante a bañarme y almorzar. El domingo es mi único día libre y quiero aprovecharlo a mi manera: llevando la inactividad al extremo. Si pudiese, y para descansar aún más, desconectaría algunos de esos órganos que me imagino están funcionando nomás por costumbre. Es una macana que las tripas no puedan manejarse desde el "Administrador de Tareas".

Accidentalmente, me tropiezo (valga el énfasis, porque más de una vez tropecé adrede), con un videoclip del grupo Miranda! No logro identificarlo (le falta la enfermera de actitud felina) y supongo que debe ser nuevo, por lo que antes de cambiar de canal no dudo en izar un poco la voz a fin de que se me escuche desde el otro cuarto:

-¡Poné el canal 44, Noelia! ¡Están pasando el…!

Y pasados más de dos meses desde ocurrido el accidente, vuelvo a caer en la cuenta de que mi hermana se murió. Lo único que espero, (porque no tuve el coraje ni las fuerzas necesarias para levantarme a preguntar, porque solo Alá es omnisciente y poderoso y misericordioso y no duerme) es que mi madre no me haya escuchado.


Ustedes, ¿alguna vez se mandaron una metida de pata semejante?

sábado, agosto 19, 2006

ACERCA DE DAMOS PEN@...

Otros – Guías, listas, manuales, etc.

Para que este blog pueda ser aprovechado al máximo, hay que tener en consideración lo que sigue y que escribo para no tener que explicarle a mis parientes el funcionamiento de una bitácora ad honorem:

-Funciona mejor si se accede a él a través del Internet Explorer. Las veces que lo revisé con otros navegadores, pequeños errores de diseño aparecen sobre la barra del costado. La configuración del área de pantalla ideal es de 1024 x 768 píxeles, que es como yo lo veo. Si le molestan las letras (que son de un gris claro, no blancas) sobre el fondo negro, haga de tripas corazón, porque a mí me gusta como se ve así. Le aconsejo un filtro de esos que se ponen frente a la PC, que le va a servir también para cuando salga de este bastión. Yo ya uso anteojos, pero usted tal vez esté a tiempo de evitar la discapacidad.

-Todos los comentarios que usted haga me llegan, aunque sean de artículos archivados, de meses pasados. Y todos reciben respuesta pronta. La verificación de palabra es un mal necesario que no voy a desactivar hasta que el SPAM desaparezca. O sea, nunca, lamentablemente.

-Que su blog no aparezca entre mis links, no quiere decir que no sea leído. Y que aparezca, no quiere decir que lo siga leyendo o lo crea recomendable. Tal vez lo agregué hace meses y ahora no quiero lastimarlo quitándolo, habiéndome usted desilusionado con toda esa sarta de estupideces que escribe creyéndose ingenioso/a. No estoy bromeando, soy un pusilánime para este tipo de simulacros de amabilidad.

-De lunes a viernes, escribo y publico un artículo por día, todas las mañanas, a menos que pase algo raro. Ocasionalmente también publico los sábados (como hoy) y domingos, aunque por lo general durante los fines de semana únicamente me doy una vuelta en caso de que tenga usted algo que preguntar o comentarme. Mi casilla de correo electrónico (a la derecha, debajo de la fotografía)
está a su disposición.

-Los artículos o “posts” suelen ser bastante más entretenidos de leer que éste. Si no me cree, revise y va a ver que no le miento. Y si usted es uno de los que me visita a diario, bueno, le agradezco la fidelidad, y espero me siga disfrutando hasta que llegue el día en que comience yo a cobrar por escribir estos disparates, y se vaya todo al carajo.

Nos vemos.

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viernes, agosto 18, 2006

El otro, otro, otro duelo

Yo por Dentro

Volvamos a hablar de mí, que es lo que importa. Mi madre, enajenada como ella sola y ayudada por ciertas habilidades o dones naturales que no he sabido explotar debidamente, se encargó de que yo iniciase la escuela sabiendo leer y escribir, tanto en imprenta como en cursiva. A los cuatro años yo ya leía cualquier cosa que cayese en mi poder, desde las Reader´s Digest de mi abuela hasta las Sex Humor de un vecino, pasando por Billikenes y libros de todo peso. Eso tuvo un efecto favorable pero que alimentó mi espíritu antisocial: me evitó el jardín de infantes.

Prefiero que se quede en casa, está muy adelantado –decía mi madre para darse corte-. Total, a esta edad la escuela es una guardería.

Del preescolar, sin embargo, no pude zafar. Para ese entonces ya había leído a Twain en todas sus formas –por nombrar alguno-, y descubierto las maravillas de la sobre-exposición a la televisión y los videojuegos. De más está decir que me aburría al punto de dormirme en clase y ya daba muestras de estar quedándome corto de vista. Mis primitivos compañeritos se encargaron de hacerme sentir todavía más genial e inteligente de lo que yo ya me sentía, pero en segundo grado de la primaria hubo una compañera que no.

Verónica Carbelo había venido de otro colegio y estuvo con nosotros sólo un par de años. Era muy despierta (demasiado quizás), incansablemente competitiva y para nada estúpida. Probablemente hoy sea ella una prometedora estudiante (egresada tal vez) de alguna carrera universitaria de esas que nunca pasan de moda, dueña de un presente mucho más auspicioso que el mío. O tal vez quedó embarazada a los dieciséis y hoy es la orgullosa madre de cinco críos que la molestan haciendo ruido justo a la hora en que empieza el programa de Rial. Se me ocurre, que se yo, no viene al caso. Recuerdo que su madre era una mujer de esas que van a joder a la maestra todos los días, creyendo que su hija es el ombligo del aula, del colegio, y del sistema educativo de la provincia de Buenos Aires. Casi como la mía.

Nos habían ordenado dibujar algo que nos gustara hacer cuando estábamos en casa. Yo dibujé exactamente lo mismo que dibujaría hoy en día: a mí mismo, durmiendo. Incluí, como era de esperarse, un globo de diálogo sobre mi cabeza en el cual escribí muchas “zetitas”: ZZZzzz… ZZZzzz. La maestra lo vio y me felicitó remarcando cuan lindo me había quedado. Lo mismo le decía a todos, pero eso igualmente despertaba la curiosidad infantil dentro del aula. Para peor, mi fama me precedía. Imagino que ustedes han vivido la situación también, de uno u otro lado de la vereda.

-Fuaaa, que buenoooo…
-¿Ese sos vos? Está rebueno…
-Ay, que lindo, yo dibujo remaaaaaaal….
-¿No me ayudás?
-Mire, Seño, el mío también está bueno…

Y así. Pero esta chiquilina en cuestión –envidiosa, según mi madre- se desbancó diciendo algo que debe haber sonado aproximadamente así:

-“Está re-mal, porque nadie dice zzzzzzz cuando duerme. Porque cuando dormís roncás, pero no silbás. ¿O en tu casa duermen silbando?”

Y comenzó a simular que dormía y silbaba simultáneamente. Me sentí desorientado y por unos instantes no supe como reaccionar. Mis compañeros se dividieron entre los que rieron y dijeron: “Sí, sí… Andrés se equivocó… hizo algo mal” (casi todas chicas y amigas de la susodicha que no habían visto jamás una historieta y se sumaron a la burla) y los que dijeron “¡Noo… pero si está rebueno!” (algunos pocos colegas, compañeros de recreo interesados y amigos de cumpleaños con dos dedos de frente, respetuosos de mi trayectoria). Lo recuerdo con claridad porque hasta ese entonces nadie jamás me había desafiado a nada, al fin y al cabo, yo era poco menos que Akenatón. Otros se quedaron en silencio, temiendo una reacción mía que podía ser:

a) Un ataque de asma, llanto, convulsiones y muerte súbita.
b) Rayos divinos y cataratas de blanco fuego cerebral brotando desde mis ojos, al estilo del arca de la Alianza.
c) Una respuesta verbal inmediata.

Debo de haberme ofendido y ruborizado, porque recuerdo el calor que sentí. Pero sabía que necesitaba defenderme, y lo hice atacando, redoblando la apuesta a un todo o nada. Estaba desesperado, como un boxeador al que derriban por primera vez.

-¿A ver el tuyo? –dije tratando de no perder la calma y desviando la atención de la multitud lejos de mi cuaderno. Ella no se negó. Había hecho algo cursi pero efectivo: se había dibujado jugando al fondo de su casa, en el pasto, con su perra y un hermanito o hermanita menor. Lindo dibujo, tal vez mejor que el mío, presa del abuso deshonesto de los crayones y mucho más colorido. Pero algo mal tenía que haber hecho, un detalle debía de habérsele escapado… yo sólo tenía que hallarlo. Creo que fue Dios quien me llevó a mirar por la ventana y encontrar el contraataque. Recuerdo mis palabras exactas como si hubiese sido ayer…

-¿Dónde viste un cielo blanco con nubes celestes? –le pregunté con cara de preocupado pero llevando un inmenso alivio por dentro-. ¿Sos tonta o qué? ¿A quien saliste tan bruta? ¿A tu mamá o a tu papá? ¿En tu casa son todos tan brutos?

La maestra me retó, pero mi rival no pudo reponerse del golpe y mordiéndose de bronca soltó un par de lágrimas, ante la mirada de los que volvían a convertirse en mi séquito silencioso y disimuladamente procedían a borrar las nubes celestes de sus propios cuadernos.

Cabe aclarar que jugué sucio, porque yo también dibujaba las nubes celestes. Todos lo hicimos alguna vez, por imitación, seguramente. Es sano, recomendable, incluso. Pero negué las acusaciones y me rehusé a mostrar dibujos pasados en mi cuaderno, alegando no tener tiempo para esas cosas. Al día siguiente, las nubes celestes y cielos blancos de mi cuaderno habían sido corregidos, tras una tarde en la que eliminar toda clase de evidencia me costó una goma vieja y varias horas de tortura. La madre de la derrotada se presentó a pedir explicaciones, pero la maestra la despachó sin pensar en llamar a mi madre o castigarme. Al fin y al cabo, el supuesto agresor era en realidad el niño más educado y querido de la escuela, que siempre ayudaba a todos y se había defendido de una burla. Prueba de ello fue que a fin de año fui votado como mejor compañero, por segunda vez consecutiva. Cosas de chicos.

Al día de hoy, creo que aquella fue mi victoria más sufrida, pero también la más intensamente gozada de todas, y la que más ayudó a que me convirtiese en abanderado cuatro años después, cuando “ser el mejor del colegio” ya no era –para bien o para mal- una de mis prioridades. Y se la dedico a W. P., un muchachito que supo que el cielo era celeste y las nubes blancas mucho antes de que yo lo hiciera, y supo hacérmelo notar por lo bajo, a la voz de: “va a ser más fácil si lo pintas todo de gris y decís que está nublado”.

jueves, agosto 17, 2006

¡Guai a voi, anime prave! (“Mañana lloverá en Bouville”)

Yo por Dentro - Científicamente - Vida Diaria


En nombre de todo lo que es santo voy a pedirles que lean y se informen acerca de la probable inclusión de tres nuevos planetas al Sistema Solar. Este link sirve bastante y yo estoy muy nervioso como para seguir buscando otros o explicar el asunto detalladamente:

Porque siéntome de golpe un dinosaurio. Apenas mi hijo (que todavía no es siquiera uno de los diez o doce espermatozoides que buceando acelerados se estrolan incansablemente en lo más íntimo de mi tibia masculinidad) empiece a hacerme preguntas acerca del Universo, yo podría encontrarme manteniendo la siguiente conversación:

Mantis Jr.: -Papaaaaaaá, ¿Cuál es el planeta más cercano a Ceres?
Yo (gordo, pelado y con bigote): -Pffff… No me acuerdo, fijate en aquel libro.
Mantis Jr.: -Ufa, ¿no te acordás o me querés obligar a buscar en el libro?
Yo: -Es que antes, cuando yo tenía tu edad, los planetas no eran doce; eran nueve.
Mantis Jr.: -Jajaja… ¿Nueve planetas? ¿Y cuales eran los que no habían descubierto?
Yo: -Caronte, Ceres y Xena.
Mantis Jr.: -Jajajaja… y la Luna, ¿ya la habían encontrado?
Yo: -Sí, hijo, no te burles de tu padre.
Mantis Jr.: -¿Y era plana la Tierra?
Yo: -…
Mantis Jr. (abrazándome y riendo): -Fuaaa… ¡Sos un viejito! Pero igual te quiero mucho.
Yo:- Yo también te quiero mucho.
Mantis Jr. (soltándome): -Mejor le pregunto a Mamá, que es más vieja todavía pero seguro que sabe.
Yo: (empujándolo) - Y vos sos un boludito, ¿De qué te la das? ¿Querés pelear?
Mantis Jr. (levantando el almohadón de un sillón y sacando de allí un puñal alguna vez perteneciente a Ciriaco Cuitiño, líder de la policía Rosista): -He estado esperando este momento desde siempre, maldito unitario, enemigo de la patria…
Yo (tomando de la pared más cercana una escopeta de corredera): -Te veré en el Infierno...


Es como escaparle al pasado volviéndose el mismo, que se yo. Tener nuevos planetas a disponibilidad me da “cosa” (náusea, si se quiere), más aún cuando pienso en que todavía no conozco Quilmes, o Carapachay. Sin embargo, y en otro orden de cosas, opino que Caronte es un muy buen nombre -cuando no el mejor- para un planeta.

miércoles, agosto 16, 2006

Descargar películas pornográficas argentinas gratis orgías

Vida Diaria

Imagino que ese título va a traerme más de un visitante aburrido y desorientado. En fín, Internet es un caldo de cultivo para lo que te guste. El acceso a tantas cosas resulta tan simple e inmediato, que en mi primeras épocas de usuario no sabía por donde comenzar: música, videojuegos, libros, curiosidades… incluso realizaba listas de cosas a averiguar o descargar, costumbre que de a poco voy perdiendo.

Los niños son los que le sacan mayor provecho, consiguiendo pornografía variada sin dificultad. No soy un anciano, pero en mi época, a lo sumo tenías un pequeño calendario de gomería escondido en algún lado, en el que alguna dama parecida en peinado y maquillaje a la compañera de Sledge "Martillo" Hammer enseñaba el busto. Si querías aprender a construir una bomba, tenías que tener algún tío medio montonero/revolucionario/enajenado o desarmar toda la pirotecnia sobrante de navidades pasadas e improvisar algo a riesgo de volarte el torso. Hoy, la receta para fabricar NAPALM aparece en el Google. Y si querías arriesgarte a que un pedófilo de 46 años disfrazado te secuestrase, toquetease y fotografiase desnudo, tenías que aceptar las golosinas que te ofreciesen por la calle, y subirte a los autos de desconocidos. O volverte monaguillo y cruzar los dedos. Hoy eso se arregla a través del Chat, pero imagino que la estrategia del monaguillo también sigue funcionando.

Y entonces el nene se va al telecentro o cyber. Y los padres elevan el grito, llegando al punto de pedir que se cierren los locales o se tomen medidas para proteger a los niños del riesgo y contenidos violentos y/o explícitos. Hace pocos días me enteré de que reflotó esa propuesta que hicieron algunos políticos y grupos de ciudadanos varios, de que los locales mencionados cuenten con una persona (puede ser el empleado mismo, haciendo las veces de preceptor) que vigile los sitios que visitan los chicos, sus hijos. Alguien que se encargue de cuidar que los párvulos no hagan lo que no deben, y reconozcan lo que es bueno o malo, permitido o prohibido, salvo o peligroso, sin por ello interrumpir la felicidad y los tropezones del aprendizaje.

Alguien que supervise sus juegos y actividades a la salida del colegio, cuando la maestra ya no puede hacerse cargo. Alguien responsable que los aconseje y que vigile que no se pasen toda la tarde escopeteándose frente al monitor.

Habría que avisarles que eso se inventó hace rato. Que ya existe y se llama “padres”.

martes, agosto 15, 2006

R. A. Z.

Yo por Dentro

Heredé de mi padre una simpática pistolita "tiro a tiro", calibre .22 corto, del ochenta y pico. A este tipo de juguetitos se los suele denominar “mata-gatos”, nomás para horror mío. Es obra de la desaparecida G.M.C (siempre me sonó a Metro Goldwin Mayer). Simple, pequeña, pavonada. No va a evitar que nos invadan los ingleses si ellos así lo desean, pero es linda. Tengo que hacer los trámites para que sea mía legalmente, pero la burocracia indispensable me exige muchas idas y vueltas. Debo conseguir las credenciales de legítimo usuario, cartillas de munición y permiso de tenencia vía reconocimiento de antecedentes, obtención de permiso de armas de uso civil o uso civil “condicionado”, si así lo prefiero. Desde siempre descansó en mi escritorio: nunca nadie mató a nadie con ella; un vecino se la regaló a mi viejo, no recuerdo muy bien por qué, varios lustros atrás. Creo que mi papá le había prestado plata, o invitado a una pantagruélica parrillada de las que hacía la familia.

También heredé una boina. En invierno la uso todos los días; es negra, creo que de lana italiana, cómoda y abrigada como ella sola. No tuve que hacer trámites ni papeles, porque la agarré, me la puse y punto. Tampoco nunca nadie mató a nadie con ella. Lamentablemente, porque habría sido una anécdota familiar digna de transmitirse de generación en generación. Ahora que lo pienso, tal vez invente una y se la cuente a los amiguitos de mis futuros hijos. Porque no hay caso: el alma no aprende ni tiene arreglo.


Lo triste es que ahora que se murió mi hermana, de mi viejo –que habría cumplido ayer 56 años- me quedan esas cosas nomás, dejando fuera del inventario tres destornilladores, dos martillos, un juego de gemelos y sujetador de corbatas, y este vacío grande como la gran siete, en el que se me amontonan las preguntas más simples y aparentemente superficiales que a ustedes puedan ocurrírseles.

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lunes, agosto 14, 2006

Animal Farm

Yo por Dentro - Vida Diaria - Madre Naturaleza

Obligado a trabajar para pagar las cuentas, tengo que levantarme muy temprano (5.30 a.m.) pero ya me estoy acostumbrando a eso de prender la televisión y ver que todavía es hora de películas pornográficas en los canales codificados. Me visto, me lavo la cara, tomo un té, reviso la mochila y salgo. Cruzo la puerta a las seis y veinte de la mañana, cuando todavía es de noche y muchos se quedan durmiendo.

Éste último sábado, a esos muchos hubo que restarle mis vecinos contiguos, con los que nunca hablo ni me saludo (quiero creer que eran ellos dos). Porque cuando caminaba silenciosamente dispuesto a cruzar la calle, un impagable “Miaaaauuu” resonó a menos de dos metros de mis orejas, proveniente de la casa en cuestión, cuyas pared exteriores están pegadas a la vereda ante la ausencia de jardines o vestíbulos.

Tuve gatos toda la vida, y estoy en condiciones de decirles que ese era un maullido humano.

-“Alcarajollegotardequemeechenquemeimporta” –pensé en un primer momento, así, de corrido. Más luego me dije: -“Un minuto no me va a costar el presentismo”, y me acerqué a la ventana, a parar la oreja. No por calentón (por calentón hago otras cosas mucho menos interesantes), sino porque no podía desperdiciarlo. Transcribo aquí la maravillosísima conversación que oí antes de que algo (dizque semi-respetuosidad, si quieren) me obligara a dejar de escuchar, y a marcharme:

-¿Dónde está la gatita? ¡Guau!
-Miaaauuu… no seeeee…
-Porque acá viene el perritoooo… ¡Guau, guau!
-Miauuuuu…
-Me parece que el perrito viene con un huesito en la boca…
-Menos mal, porque la gatita tiene mucha, mucha, muuuucha hambre.

-(tras un silencio prolongado que me hizo creer descubierto) Pero el perro viene con una sorpresita… ¡Guau!
- ¡Ayyy! (riéndose y saliendo del personaje) ¿Pero… jaja… ¿que es eso?
-Es un collarcito para el perrito… ¡Guau, guau!
-¿Y eso que cuelga ahí abajo? Jajaja…
-No te rías, Bo*uda, es la cadenita para pasear el perrito.
-Ufa… pero la gatita está suelta… miaaaaau…
-Vení, primero sacalo a pasear al perrito, que después la podemos atar a ella también para darle de comer.


¿Increíble? Decidí que “impagable” es el mot juste que le corresponde. Por sí solo, este post justifica completamente la existencia de Damos Pen@. Y no sé si no debería incluso cerrar el blog definitivamente después de publicarlo. Ahora, la cuestión va a ser aguantarme las ganas de preguntarles a ustedes que es lo que creen que estaban haciendo esos dos señorones, a las seis de la mañana, en el living, con la persiana baja pero la ventana entreabierta (con este frío), probablemente disfrazados, hablando de collarcitos.

sábado, agosto 12, 2006

La Película del Monkey Island

Otros

No suelo publicar este tipo de artículos que me interesan sólo a mí, pero creo que hacer justicia es darle a alguien lo que se merece. O más o menos eso. Grumpy Gamer es un sitio que descubrí hace relativamente poco tiempo, perteneciente a Ron Gilbert, un muchacho al que se le dio, un buen día, por “fabricar” videojuegos. Y comenzaron a salirle uno mejor que el anterior.

“The Secret of Monkey Island” es el referente en las aventuras gráficas. Yo no tenía PC por ese entonces, (siempre fui y seré partidario de las consolas de videojuegos que se enchufan al televisor y vienen listas para todo) pero ya había oído, leído y aprendido acerca de él. Cualquier videojugador de buena cepa sabe que hoy en día los efectos visuales sirven para tapar muchos baches, y el mayor de todos ellos es la falta de creatividad. Ya casi no se hacen juegos como esos.

Lo que escribo a continuación (y que aparecerá en la lista de traducciones de Grumpy Gamer ya que lo hago con el consentimiento de este muchacho) es un post de esos que da bronca tener que leer.

Estoy mirando a través de la ventana de mi vecino con un par de binoculares, tratando de ver en la televisión si él tiene HBO (para robárselo), cuando el último trailer de la nueva película de “Piratas del Caribe” aparece, y me digo a mi mismo: “Hey, he visto esto antes… no… yo jugué a esto antes… no… ¡Yo diseñé esto antes! Y pienso “¡Esta es la película del Monkey Island!”. Sí, le arruinaron un poco la barba, pero ese es LeChuck, y seamos honestos, si se me hubiera ocurrido eso de los tentáculos de calamar para una barba, lo habría hecho.

Entonces salgo corriendo hacia mi casilla de correo como un niño de seis años con una sobredosis de azúcar, creyendo que debe haber un enorme y gordo cheque esperándome y pagando por mis derechos de autor. No tuve esa suerte. Dos facturas de tarjetas de crédito y un panfleto de un fulano ofreciendo no sé que cosa. Tiré el panfleto por ahí para saber donde encontrarlo luego, y volví a casa.

No estoy preocupado. Disney hará lo correcto.
Pero si disfrutan de Piratas del Caribe (especialmente la secuela), ya saben a quién agradecérselo.

viernes, agosto 11, 2006

Biodesagradable

Madre Naturaleza - Yo por Dentro

Como muchos de ustedes bien saben, mi sola existencia debe haber justificado, a la fecha, el sacrificio de unos cincuenta mil animales, en su gran mayoría vacas y abortos gallináceos (usted los llamará huevos, supongo), y en menor medida, pollos y lechones. Algún que otro corderito también me eché encima, y porqué no, agreguemos un caballo transformado en mortadelas. Estoy a favor de los experimentos médicos en animales que contribuyen a paliar mis deficiencias inmunológicas heredadas y adquiridas, y muy a favor de las camperas de cuero (especialmente la mía). Ver “Babe, el Chanchito Valiente” me inspira algo de ternura, pero también me abre el apetito.

Voy a hablar claro: tampoco me interesan los derechos de los animales en extinción, sus bellezas o las medidas que se deban tomar para su conservación. Al fin y al cabo, por más simpático y Panda que seas, si vas a comer solamente brotes de bambú con lo poco nutritivos que estos resultan, y tener sexo una vez por año, te vas a extinguir como Dios manda, ya sea por la mano del hombre o por tu escasa suerte a la hora de repartir los recursos genéticos, porque yo –al igual que casi la totalidad de la población mundial- me paso la vida haciendo sonar todas las cucarachas y mosquitos que me cruzo y éstos se las arreglan para ser cada vez más y más numerosos.

Las papeleras contaminan o no, dependiendo de quien dé el discurso y de quien se quede con la concesión y los dólares, pero yo uso mucho papel y quiero que haya más, y más barato si se puede. Por último dejaré asentado que no reciclo nada, salvo comida que pasa de un día para el otro, con conocimiento de que el reciclaje de papel y plástico es tan sólo un nocivísimo negocio surgido hace algunos años.

Pero cuando el torero es alcanzado de lleno por el toro agonizante, siento algo que podría llegar a describirse como placer. Saber que existen infelices que prenden fuego a un gato y lo filman me da asco y ganas de buscarlos y devolverles la jugarreta en sus madres. Y no veo la hora de que las ballenas comiencen a organizarse y a hundir tanto esos barcos japoneses que les dan caza como los botecitos molestos de Greenpeace. Y ni hablar de que fumes caminando delante mío y me tires el humo en la cara... No lo sé. Tal vez sea que la actitud de algunas personas me molesta mucho más de lo que me preocupa el futuro del planeta Tierra.

¿Esta bien eso, Doctor?

jueves, agosto 10, 2006

El Patrón

Yo por Dentro - Trabajando

Ayer me quedé reflexionando, entre comentario y comentario, acerca de lo simpático que resultaría yo como dueño (o hijo de dueño) de una corporación millonaria. Un Bill Gates.

Mi trabajo probablemente consistiría en hacer lo que se me cantase el pupo. Llegaría caminando (el edificio estaría ubicado a una cuadra de mi mansión) a las nueve de la mañana, comiendo empanadas de jamón y queso (calientes en invierno, frías en verano). Prendería la computadora y publicaría el artículo diario de Damos Pen@, tras haber respondido a todos los comentarios. Luego leería los blogs amigos, revisaría el resto de mi correo y escribiría material durante un par de horas. Y dormiría otro par.

Mi oficina tendría una pequeña cocina incorporada, además de un televisor gigantesco, una heladera, un sillón y consolas de videojuegos varios, amén de una cama y la PC que ya mencioné. En la cama podría estar mi novia, dependiendo de si ella quiere dejar de trabajar o no. Me gustaría que así fuese. Pero probablemente se negaría a acompañarme en algunos momentos, ya que cuando un videojuego llega a exasperarme debido a su innecesaria dificultad (no consulto guías y disfruto de las aventuras gráficas), me dan ganas de tener un esclavo encadenado al piso. Un nene negrito o un vietnamita -da lo mismo- al cual poder encajarle una patada o insultar hasta desahogarme. Mi dinero y poder me permitirían tenerlo, y se llamaría, supongamos, Chinchulín.

En uno de los muchos pisos del edificio funcionaría una biblioteca semejante a la de mi mansión, a la cual mandaría a pedir los textos que se me antojase leer. Y en otro un cine porno. También habría por ahí un gimnasio en el cual los soldados damospenienses entrenarían día y noche, a fin de convertirse en perfectas máquinas de hacer el bien. O el mal, dependiendo de mi humor esa mañana. Al mediodía, antes de comer, interpretarían fervorosamente un himno compuesto por John Williams en mi honor, y yo los saludaría, chocho, desde una enorme pantalla gigante, con Chinchulín al lado.

Tendría cámaras por todos lados y filmaría lo que sucediese en cada rincón de mi empresa, pero conocería probablemente a tan solo algunos de mi empleados; al resto les pondría apodos. Contaría con varios asistentes y secretarias a las cuales pagaría fortunas a fin de que tolerasen mis necesidades y los gritos de Chinchulín, que de seguro sería un escandaloso lleno de mocos. Nadie podría quejarse acerca de los sueldos, que serían depositados siempre con generosidad y puntualidad. También ordenaría que se consiguiesen para todos los aportes jubilatorios más rendidores y las mejores obras sociales, amén de dos horas para almorzar (la jornada promedio sería de diez horas diarias, eso sí) y una cantidad ilimitada de “Tickets Restaurant” para todos, del primero al último. Y habría un hospital para Chinchulín al que todos podrían acceder en caso de emergencia. Porque uno nunca sabe: me puedo llegar a rayar y comenzar a los balazos…

Por la tarde practicaría artes marciales, aprendería a tocar el violín y finalmente regresaría a casa a eso de las ocho de la noche, para ver Los Simpsons. Mi sueldo (neto) sería de poco más de 500 dólares mensuales, no creo que pudiese hacerme falta mucho más, ya que no soy de gastar en ropa, ni salgo mucho.

miércoles, agosto 09, 2006

Que hacés, Fiera...

Trabajando - Vida Diaria

Supongo que de todos los que visitamos mi blog (y nótese que me incluyo para hacer bulto porque algunos han dejado de venir, seguramente porque no me quieren más así que se pueden morir, por mí, total no me importa, los tengo a ustedes que son mis lectores fieles y hermanos del alma, hasta que dejen de leerme y ahí se pueden morir también), la gran mayoría trabajamos. Una desgracia, considerando que yo sería un feliz príncipe de Inglaterra, aprendiendo esgrima, poesía, pintura y cosas aún peores. Un alivio, considerando que meses atrás y currículum en mano renegué una barbaridad para conseguir un trabajo más o menos decente.

El tema es que me hice de nuevos contactos: los compañeros de trabajo de una oficina standard. Son cercanos sin serlo: algo así como una mezcla de vecinos y primos a los que no veo desde hace mucho tiempo. Creo que les sé el nombre a 3 o 4, máximo, cuando somos diez veces esa cantidad. Ahora bien, hay uno ajeno a este selecto grupo que es lo suficientemente “especial” como para que yo le dedique unas líneas: El desconocido que pasa y saluda. El resto me tiene sin cuidado, se pueden morir, por mí...

Este muchachón es precisamente eso: un alma sin identidad que de a ratos pasa cerca mío llevando hojas o fotocopias y pregunta: ¿Todo bien? Mientras que yo sonrío, asiento con la cabeza y me pregunto: “¿Qué hace? ¿Por qué me saluda? ¿Me confundirá con otro? ¿Me lo presentaron y no le presté atención? ¿Viaja conmigo en el tren?”

Sin embargo, la situación se me complicó verdaderamente a niveles terroríficos cuando de un día para el otro el tipo apareció luciendo camisa, corbata y un traje muy caro, caminando apurado entre los pasillos. Entonces paso a preguntarme: ¿Y si era mi Jefe de algo y yo no le sé ni el nombre? ¿Y si ahora es el jefe de mi jefe? ¿Y si es el Gerente? ¿Y si es el hijo del dueño? ¿Y si no estoy siendo lo suficientemente respetuoso? ¿Y si me tiene ganas? ¿Y si es el responsable más directo de que me paguen el sueldo? ¿Y si cree que lo tengo ganas? ¿Y si lo pusieron a espiarme? ¿Y si es el novio del Gerente? ¿Y si es el tipo que carga la máquina de golosinas y yo me estoy volviendo paranoico?

Porque hace más de tres meses que estoy en este edificio, y lo que se dice preguntarle a él quien es, ya no puedo.

martes, agosto 08, 2006

Amores Perros

Vida Diaria - Otros

Conforman uno de los nuevos matrimonios entre jóvenes que hay en el barrio. Bueno, ambos rondan los treinta años (él tal vez acuse un poco más). Desde hace un lustro se mudaron a una propiedad que incluye una casa en el primer piso y un pequeño local comercial en la planta baja. Justo en frente de la pizzería, donde en otras épocas un videoclub me brindaba felicidad en forma de películas de acción y cartuchos de Family Game.

El local –tras estar cerrado durante años- se convirtió en un puesto de venta minorista de alimento y demás artículos para mascotas, de esos que tanto hay hoy en día, con el bicherío y los cretinos sacando sus perros a liberar los intestinos en la calle, o los/as bobitos/as de moda queriendo jugar al “Amo” con lebreles molosoides (léase rottweilers) que los/as podrían matar tanto a ellos/as como a una docena de transeúntes inocentes antes de que nadie pueda hacer nada. Aunque no antes de que yo pueda salir echando putas (léase “marcando 1´33´´ la milla”), porque a mí no me va a venir a comer un perro. Para eso están todos esos niños y ancianos que no pueden competir conmigo en fuerza y/o deseo de sobrevivir y que, llegado el caso, harán las veces de presa mucho más asequible. O escudo humano, lo que haga falta.

El punto es que este matrimonio se hizo conocido en el barrio. Y el espectro de la prosperidad se apoderó de todo en ellos, aparentemente. Por lo menos hasta que les cayó la policía. Porque desde hace cosa de un mes, ambos están presos. Ella tiene para tres años de barrotes; él, unos ocho, según escuché. Ahora el negocio se mudó a un par de cuadras de distancia (unos parientes siguen atendiéndolo) y la pequeña bebita de ambos (no tiene ni seis meses) es criada por la abuela materna.

¿Fue muy ingenuo de mi parte no pensar automáticamente que su veloz crecimiento se debía a que vendían droga? ¿No se caía eso de maduro? Digo, porque mi madre piensa lo peor de todo el mundo todo el tiempo, ante cualquier situación, y yo la trato de malpensada…

Pero cada vez se equivoca menos.

lunes, agosto 07, 2006

El Can-cántaro y la Fuente

Vida Diaria

Compré medias en el tren. Y sí, en algún momento iba a suceder: en mi idioma, cuatro pares de medias a cinco pesos quieren decir: “Cómprame; has gastado más dinero en cosas menos útiles, y a menos que las medias estén hechas de hojaldre, no vas a resultar del todo estafado”. La vendedora me ganó por cansancio, seguramente sospechando –y con razón- que sostengo la hipótesis de que cuando todos los pasajeros de un tren le han comprado al vendedor lo que esté ofreciendo, éste se cambia a otro ramal y se deja de joder.

La cuestión es que mis miedos a perder dinero en estas inversiones son infundados por experiencias ajenas, ya que suelo comprar algunas muy pocas cosas en el tren, pero todas ellas me han salido verdaderas joyas. La penúltima adquisición fue un pequeño cortaplumas de acero y aluminio que no sólo no se desafila, sino que conserva su enorme fortaleza en la relación “hoja-mango” a pesar de ser utilizado a diario desde hace meses y haberme costado $1 (un tercio de dólar).

Sé que estas medias (estoy usando uno de los pares, más precisamente el azul) me van a salir buenísimas. Porque cuando compro alfajores, estos salen riquísimos. Y si compro chipá, me toca el que tiene más pedacitos de queso. Ni hablar de la vez aquella en que compré una novela detestable a $5, y al llegar a casa encontré un billete de $10 dentro de la misma…

viernes, agosto 04, 2006

Mr. Dream

Yo por Dentro

Era de noche y yo me dirigía a casa de mi novia. Me acompañaban ella y Asia (Anastasia, una vieja conocida ucraniana de la cual no volví a saber nada desde que se fue a España hace tres años). Teníamos que tomar el colectivo en una esquina, sobre el acceso Norte de la ruta Panamericana, y bajarnos sobre la ruta nacional 202, a dos puentes de distancia. De a ratos, llovía y nevaba.

El tema es que nos distraíamos y nos pasábamos. Por uno vaya a saber que razón, terminábamos en Belgrano, supuestamente cerca de un Barrio Chino recientemente creado. Era de madrugada y todo estaba artificialmente muy iluminado pero nosotros elegíamos acortar camino yendo por debajo de un puente. Y nos perdíamos. En un callejón desolado estaba Steve Buscemi, que nos llamó al vernos, chistando y haciendo señas con los brazos, desde una silla de ruedas.

Le faltaban las piernas, y estaba vestido con harapos. Parecía un veterano de la guerra, y llevaba un gorro con orejeras que lo protegía un poco del frío, que era mucho. Nos pedía monedas, pero yo me negaba a darle nada, al grito de: “Te ví en otras películas en las que no te faltaban las piernas, Mentiroso”. Entonces, él se enoja y me clava una jeringa en la que llevaba algo de sangre.

-Ahora tenés SIDA -me dice-. Si me llevás a donde quiero ir, te doy la cura.

Qué se yo a donde quería ir ese loco; me desperté angustiadísimo, lo antes posible. Lo curioso es que puedo identificar el porqué de la aparición de cada uno de los elementos de ese despelotado sueño:

Porque a mi novia (ayer no fue excepción) siempre la llevo a su casa; la Dra. Lanfys -en un comment de un post anterior- me dijo que de San Fernando me fuera a Belgrano, y ayer posteé acerca de mi evolución respecto al viajar y como hacerlo. Cuando volvía de trabajar pasé frente a la puerta de un videoclub y ví la tapa del VHS de Anastasia, de Disney. Cené un bife y una ensalada condimentada con chinísima salsa de soja; hace unos días hice un comment acerca de Steve Buscemi en un post de Animal, donde se hablaba también acerca de Fargo, película en la cual la nieve es constante y sonante. Pensando en algunas otras películas de este actor, recordé que aparece luciendo casi como lo describí en “Un Papá Genial”, de Adam Sandler. Y la jeringa de SIDA proviene del último capítulo de “Alejo y Valentina” que ví también ayer: un especial acerca de la prevención y el contagio de tal enfermedad.

La macana es que mucho para psicoanalizar, no queda.

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jueves, agosto 03, 2006

Perro en bote

Yo por Dentro - Vida Diaria

La gran mayoría de mis pasatiempos y obligaciones se practicaron siempre en recintos cerrados, en soledad, y relativamente cerca de mi hogar. O dentro del mismo. Sabiendo esto, es fácil comprender el porqué no tengo idea de cómo se llaman la gran mayoría de las calles que rodean incluso mi propia casa, o la forma de llegar de cualquier punto a este u otro lugar.

Esta condición mía (supongo que alguien sabrá decirme porqué) hace yo quede como un hombre que ha vivido poco o que no presta atención al mundo que lo rodea. Que lo soy, en más de un sentido, pero creo que eso no le da derecho a nadie a dársela de trotamundos experimentado/a a mis expensas. Es que mis capacidades son limitadas como las de cualquiera, y si tengo que elegir, prefiero mil veces saberme de memoria algunos versos de Rubén Darío antes que las paradas del 60 que dobla en tal o cual esquina. Ejemplificaré una situación cotidiana, modificando lugares e identidades por motivos de privacidad:

Yo: -Mamá, ¿Qué me conviene tomar para ir a la casa del Capitán América?
Robert de Niro: - Tomate el #00, que te deja en Villa Gamuza, como cuando vas al Centro de Rehabilitación para Lenguas Mordidas.
Yo: ¿Y donde para el #00?
Robert de Niro: ¿No te acordás que al #00 lo tomábamos todos los sábados cuando yo trabajaba en la fábrica de huevos de pascua?
Yo: -La verdad que no.
Robert de Niro: -¿Cómo no vas a saber dónde para el #00?
Yo: - Tampoco sé que es Villa Gamuza.
Robert de Niro: -¿Nunca fuiste al Centro de Rehabilitación para Lenguas Mordidas?
Yo: -No.
Robert de Niro: Pero… ¡Sos un infeliz, no conocés nada!
Yo: -Bueno.

Como se habrán dado cuenta, tratar de darme referencias resulta casi tan complicado como hacer que un gato se trague una aspirina atada a una tarjeta de crédito. Pero tampoco insisto, porque me digan lo que me digan siempre termino recurriendo a la Guía “T” de Bolsillo. Lo curioso es que gracias a este librito -y muy de a poquito-, voy aprendiendo a dar indicaciones. Ayer, sin ir más lejos, una mujer acompañada de una nena me sometió a la siguiente conversación:

Mujer: -Te hago una pregunta, ¿El 710 me deja en Béccar?
Yo: -No. Para ir a Béccar usted tiene que seguir caminando derecho, y en la esquina de esta calle y la avenida, tomarse el 203 0 el 371 de cartel blanco que dice “Acassuso”.
Mujer: Muchas gracias.

Debo estar creciendo.

miércoles, agosto 02, 2006

Paint it Black

Religión - Vida Diaria

En el mundo hay bondad y maldad. Justicia e injusticia. También hay árboles, tortugas, camisas de algodón, canchas de básquet, computadoras, percheros y sánguches de miga, entre otras cosas. Hay muchas cosas. Una de esas muchas cosas es la guerra en Medio Oriente; ya saben: esa que sale en los noticieros y que muestra gente hablando al rayo del sol, muriendo, llorando o tirando misiles, todo esto en nombre de Dios y/o la patria.

Me pregunto si el heroísmo se nos despertaría a algunos, en caso de presentársenos una situación determinada. Imaginemos:

Usted es un soldado alojado en una trinchera, viviendo una guerra que lleva mucho tiempo de comenzada y no da señales de acabarse. Ve morir a amigos y enemigos, conocidos y desconocidos, todo el tiempo. En determinado momento, una explosión luminosa toma lugar frente a sus ojos, y se le presenta el diablo, un ángel vengador o Jesús mismo, o la cosa en la que más crea (cada uno elige libremente a la hora de tener tercerizada la salvación del alma) y le dice que la guerra terminará en un segundo, pero que el precio de ello es que usted sea la última baja.


-En cuanto espiches vos, se acaba la guerra, y uno de los dos bandos gana –mumura el ángel sin despeinarse-. Es tu don y tu castigo, porque nunca te vas a enterar de quien salió vencedor. Vos decidís cuando se acaba, nadie va a saberlo. Pero, ojo: si no te morís, la guerra sigue. Y si le contás de esto a alguien o te despedís de tus seres queridos, la guerra seguirá después de que revientes, cuando sea que eso ocurra. El chiste está en que te mueras redondamente, en nombre de la paz. Pero bien podría ser yo una alucinación, eso quiero que te lo metas en la cabeza desde ya...

martes, agosto 01, 2006

La Gravedad de la Milanesa

Comestible - Guías, Listas, Manuales, etc.

A medida que fui creciendo, me di cuenta de que ciertas libertades bien valen el hecho de que uno, día a día, se acerque a la pútrida vejez, fría e ineluctable. Por ejemplo, me siento afortunado de poder usar calzoncillos del tipo “boxer” y ya no los slips que mi madre se encargaba de comprarme con tanto ahínco. Pero si hay una libertad de la que disfruto en mi vida adulta (tengo entre 20 y 30 años, trabajo y estoy de novio: pongámosle que soy adulto) es la de poder comer las cosas que se me caen al piso sin tener que rendirle cuentas a nadie.

Cabe destacar que mi madre hacía bien en cuidarme porque mi salud siempre fue bastante precaria, pero, vamos... no puede ser que todo lo que se te caiga al piso lo tengas que tirar nomás por miedo a enfermedades que aparecen solamente en los libros, y que no necesariamente están en mi casa. Además, tengo las vacunas al día.


Aquí dejo una lista con los productos alimenticios que más suelen caerse al piso, y el procedimiento a seguir para no desperdiciar ni contagiarse cualquier podredumbre.

Voy a extender un poco más el prolegómeno a fin de instruirlo a usted, lector mío. Ponga los labios como los pone cuando va a tomar mate, pero realice un movimiento de succión inverso, soltando de golpe el aire de sus pulmones. Practíquelo contra pequeños objetos, hasta que pueda moverlos. Lo felicito Señor/a: usted está soplando. Esa habilidad le será necesaria si es que quiere dominar el arte de la maniobra LESMA (levantar, soplar y masticar), indispensable para reciclar el morfi caído. La LESMA tiene un porcentaje de desinfección visual (basura que le queda a la vista) que varía según el alimento. Y si la comida se lleva a cabo en un lugar alfombrado, o en un picnic al aire libre, a todos los porcentajes hay que restarles un 15%.

Nota: Lo de la “tostada con dulce que siempre cae…” bla, bla… ya ha sido demasiado utilizada por los amateurs del humor, así que la obviaré.

Aceituna. Vayamos por partes: Usted tiene que ser muy poco serio para comer la pizza sin sacarle la aceituna antes de pegarle el primer tarascón. Yo se la saco antes y no la como, pero si se cae al piso usted puede realizar la maniobra LESMA, que funciona en un 50% debido al “aceitito”. Con las tiritas de morrón pasa lo mismo.

Puré. Conviene dejarlo en el piso o levantarlo con una servilleta de papel. A menos que sea un puré de papas firme, un poco frío. En ese caso va a poder levantarlo con los dedos sin problemas. La LESMA es efectiva en un 80%.

Cachito de milanesa. LESMA al mango. Funciona en un 79% y aumenta a medida que la temperatura de la milanga desciende. Si tiene mayonesa, mostaza y/o ketchup, basta con quitárselos con una servilleta.

Cachito de asado. LESMA si es carne de vaca (ver “Cachito de Churrasco” mas abajo), chorizo (40%), lechón (43%), o pollo (60%). Si son achuras, la LESMA funciona solo como placebo, ya que su efectividad es casi nula (20%)

Cachito de churrasco. LESMA, ya que el punto de la carne sea “suela” o “bien cocido” (78%), “a punto” (55%), “jugoso” (46%) o “matá esa vaca que todavía está mugiendo y me mira mal” (33%).

Queso derretido. Conviene esperar a que la baja temperatura del suelo lo solidifique un poco, y luego levantarlo con una servilleta, para quitarle con los dedos la parte sucia (se aplica a la muzzarella también). No obstante, si usted es un chancho temerario, puede agarrar un cacho de pan y frotarlo contra la baldosa, levantando la presa fundida y dejando tan sólo un manchón de grasa. La maniobra LESMA funciona en un 33% en ambos casos.

Rodaja de huevo duro. Por lo general, lo único que puede rescatarse es la clara, porque la yema se deshace a medida que queremos levantarla. La LESMA funciona en un 43%.

Rodaja de longaniza de la pizza calabresa. ... Cosa más rica… Se podría caer a la cloaca o al depósito de residuos del Hospital de Infectocontagiosos "Muñiz" y aún así yo me arrojaría a buscarla. La maniobra LESMA funciona en un 45% si la pizza estaba muy caliente, y en un 80% si estaba fría. Se aplica también a rodajitas de salame y cachitos de cualquier fiambre en una picada.

Papa Frita/Chizito/Palito. La LESMA se inventó para este tipo de situaciones. Efectividad: 99%.

Tomate/Lechuga de la ensalada mixta. Si es tomate, la LESMA tal vez no baste y haya que recurrir a una servilleta (30%), pero si es lechuga, rescatarla es cosa fácil (LESMA: 70%)

Arvejas/Porotos. ¿Se cayó? Mala suerte. A mi no me gustan, así que no los levanto y me aprovecho de su cuasi redondez para patearlos lejos, enfatizando mi desprecio para con ellos, cuando me siento en época de vacas gordas.

Fideo con tuco. Por lo general no vale la pena arriesgarse, pero si tiene hambre, no se haga el fino y levántelo enrollando, haciendo una palita con cuchillo y tenedor. La maniobra LESMA funciona en un 19%.

Raviol/Sorrentino/Agnolotti con salsa. Pínchelo con el tenedor. Sacrifique la salsa con la servilleta y ejecute la LESMA (60%). Si es en un restaurant, de seguro la pieza será de mayor tamaño y usted la habrá cortado al medio, disminuyendo la efectividad de la maniobra. Ahora, la pregunta es: ¿Es usted lo suficientemente valiente como para levantarlo frente al mozo y el resto de los comensales y mandarse una LESMA? Yo sí.

Relleno de la empanada de carne. Si cayó armadito, levántelo con los dedos, bien desde arriba. La LESMA funciona en un 30%. Si se desparramó pero está muy rico, júntelo con un cuchillo y levántelo haciendo palita.

Cachito de ensalada de fruta (banana, ciruela, manzana). Suele estar todo mojado de juguito de naranja, por lo que agarra mugre con mucha facilidad. Si es un trozo pequeño, déjelo, porque es probable que usted levante más basura que alimento.

Arroz. Depende. Por lo general reacciona como el “Relleno de la empanada de carne”. Pero un buen rissotto –sin crema pero untuoso de manteca y queso rallado- queda todo desparramado en el piso y sacarlo es cosa ´e táuras. Recomiendo cepíllarse los dientes con Lisoform y comer del piso.