sábado, septiembre 30, 2006

El DJ Mantis de los sábados

Yo por Dentro - Cine, tele y así

Si esto no te gusta, amén de que comprobarás no saber diferenciar la bosta del chocolate, yo llegaré a la conclusión de que sos mala persona. En serio.

Porque a Bob Esponja todavía le hace falta tomar mucha sopa, los dejo con una cucharada de ambrosía sonora y visual. Un sanguchito de maná y crudo. Hagan click, por favor.

viernes, septiembre 29, 2006

Casi un William Wallace

Yo por Dentro - Del Habla - Otros

Releyendo y reflexionando sobre algunos artículos aún no publicados, descubrí que en mi caso, la tortura es aquel procedimiento al cual es sometido un fulano en “Los Tigres de la Malasia”, de Emilio Salgari, que consiste en verse obligado a beber agua a través de un embudo hasta casi reventar. O las cosas que los vietnamitas y coreanos le hacían a Chuck Norris en una de cada dos películas. Tal vez porque sé muy poco de historia argentina, no asocio la palabra “tortura” con los desmanes cometidos por la Dictadura Militar de hace algunos años. Y a los que se escandalicen por eso, les aviso que tampoco la asocio con la crucifixión, método romano que se hizo famoso gracias a su víctima más célebre, salvador de algunos de nosotros. Menos aún me suena a lo ejecutado por los acólitos de Stalin.

Sin embargo, me extraña que dentro de lo terriblemente específico y sádico de alguno de los elementos y técnicas desarrolladas, nadie se halla dedicado a intensificar el dolor de muelas, o a provocarlo artificialmente. Tal vez no quedaron registros, si es que alguna vez se hizo. Imagino que hoy en día podría llevarse a cabo y requeriría de elementos ya inventados: un torno, un especialista capacitado, y una forma de mantener a la víctima (que podría ser tranquilamente un hombre sabedor de información importante en la organización Al-Quaida) completamente inmóvil. Luego, a eso hay que agregarle una aguja oxidada y sucia de vómito en contacto con el nervio. El resto es magia.

Se me ocurre porque hoy debo ir al dentista y uno de mis temores es que cuando quiera medir la profundidad de las caries -tengo dos- en mis muelas, me agujeree accidentalmente. Tengo que realizarme un “tratamiento de conducto”, procedimiento que por más que se me explique una y otra vez, seguirá sonándome a que alguien va a tratar de abrirse paso a través de mi recto, C4 mediante, en un acto que debería ser supervisado por algún ingeniero civil, o por el Silvester Stallone de “Daylight”. Es una sensación.

A lo que voy es a que, a los diez minutos de verdadero e incontrolable dolor de muelas, yo estoy listo para dar los códigos de lanzamiento de todo misil a mi disposición, o torturar y asesinar a quien pueda dármelos.

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jueves, septiembre 28, 2006

Los Peligrosos Masíes

Yo por Dentro - Vida Diaria

Hace cosa de un año, cuando todavía estaba yo recientemente desempleado, reparando algunas pc´s y viendo que hacer de mi vida (por enésima vez), en mi casa (más precisamente en el único baño que hay en ella) se estaban llevando a cabo algunas refacciones. Quedó lindo, pero mientras el albañil trabajaba (diez días, quizá más), atender el llamado de la madre naturaleza constituía toda una ceremonia.

A fin de ganar espacio para trabajar cómodo, el tipo sacó la puerta y la reemplazó provisoriamente con una cortina. No contento con haber aniquilado mi intimidad sonora, pasó romper las paredes que comunicaban esta conflictiva habitación con la cocina (por las cañerías del gas) y el lavadero. Cuando quise darme cuenta, estaba haciendo pis en un recinto menos privado que la estación Constitución, y que también olía a milanesas, como la estación Constitución. Lo peor fue que, con la puerta de mi casa abierta de par en par debido a las idas y vueltas del tipo (que preparaba la mezcla, que cortaba caños, que esto, que lo otro, etc.) y las bajas temperaturas inevitables, comencé a sentir que me pillaba a cada rato.

Y si alguien ronda cerca, yo no puedo, no me sale. Para agravarlo todo aún más, saber que cada vez que yo iba al baño el albañil tenía que salir momentáneamente y dejar de trabajar, me hacía sentir incluso culpable o desconsiderado. Fue entonces que descubrí los peligros del “Masí” adulto.

-Ma sí… -me dije malhumorado; cansado de tener que esperar a que ese viejo infeliz diese muestras mínimas de apuro y de tener que parecer relajado cuando llevaba una semana de bañarme con una jarrita y una palangana, como si fuese el año 1257 de Nuestro Señor. Y comencé a buscar en mi habitación un recipiente. Días atrás, mi madre había acompañado a una amiga al casino de Tigre, y había traído consigo uno de esos enormes vasos plásticos en los que se depositan los descuidos de las máquinas tragamonedas.

-Ma sí… -insistí beligerante. Y vacié mi vejiga dentro de lo que podría haber sido un fantástico portalápices, tal y como quería mamá. Cuando ella preguntó, le dije que accidentalmente lo había aplastado con un libro y que se había roto, tras lo cual lo tiré a la basura. Después de vaciarlo a escondidas, obvio. Pero imagino que existen “Masíes” mucho más controversiales (yo ignoré la falta de inodoro pero hay quienes hacen la vista gorda ante la falta de pastillas anticonceptivas), y estoy seguro de que ustedes tendrán alguno para contarme.

Y si es un “Masí” impune (como el mío), mejor aún.

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miércoles, septiembre 27, 2006

Cobré Kai

Yo por Dentro

Todos los niños de la cuadra se iban anotando, y uno no podía ser menos. Además, siempre me habían interesado las artes marciales de las películas y ese “no se qué” que tiene el poseer la capacidad de hacer daño con lo que se tenga a mano (una escoba, una espada, una banca en el senado, un cheque sin fondos). Entonces, empecé kung fu, “Shaolín” style.

Considerando que vuestro servidor no contaba con más de ocho o nueve años y se divertía mirando “La Isla de los Wittys” en la televisión, sobra aclarar que las artes marciales no lo hacían en absoluto más peligroso. Además, quien escribe era lo suficientemente listo y asmático como para entender que su madre podía hacer mucho mas daño, si era bien manipulada.

Uniforme negro, cinturón blanco en un principio, amarillo y verde luego. Y no era ni bueno ni malo en la disciplina. Simplemente, era. Y eso es mucho más de lo que puedo decir hoy en día. El caso es que llevaba yo mas o menos un año de hacer salto de rana y practicar rutinas (jugar a ser la mantis religiosa siempre fue de mis costumbres) cuando un nuevo niño (rubio, flaquito, de ojos claros) fue incorporado al grupo, proveniente de otra escuela de artes marciales. Recuerdo su nombre (David) y lo mucho que influyó en mi carrera como artista marcial. Porque nomás al segundo de iniciado el primer combate que tuvimos, me pateó en los testículos. En las mismísimas bolas. Rugby style.

¡Ay, ahí no! –dije. Más claro, imposible. Estuve flojo, porque debería de haber respondido con algo más ocurrente, que se yo. Algo así como: “Oh no, not in the baby makers!”

Todos los que hemos recibido una patada en los testículos sabemos que el dolor sube y se queda en la parte baja del estómago, provoca náuseas y se te afloja todo en un sudor helado. Mi mejor amigo de aquel entonces dijo algo obvio acerca de que eso no valía, que estaba prohibido, el resto de mis amigos lo apoyaron, el profesor chequeó mis signos vitales, luego regañó al agresor y al minuto, yo ya estaba preparado para seguir peleando. Esquivé una patada lateral y con un puñetazo al pecho conseguí un punto a mi favor. Como las peleas de práctica eran entre niños y debían ser breves para todos que tuviésemos tiempo de divertirnos sin matarnos, a los dos puntos (o dos minutos) se terminaban.

-¡Peleen! –dijo el profesor reanudando el combate.

Resumiré lo acontecido diciendo que a la segunda vez que te patean las bolas en menos de dos minutos, no te duele tanto, pero te caes lo mismo. No emití un solo sonido. Mientras aterrizaba, no pude evitar pensar en que mi rival tal vez no era tan buen deportista. Mis sospechas aumentaron todavía más cuando, desde el piso, lo vi sonreírse, levantar los brazos y decir: “Gané”.


Al profesor, ese último gesto le causó gracia. A mí, no. Cuando pude recuperarme, le avisé que le iba a decir a mi mamá que era la última clase. Que no me trajese más. El profesor dijo que yo exageraba, que tenía que entenderlo, que él lo conocía, que era su sobrino, que no era mal chico. Tal vez por eso siempre recuerdo con algo de cariño y lástima a ese muchachito, dispuesto a dejarme sin día del padre (aún no he intentado comprobarlo) en caso de ser necesario, con tal de ganar.

La parte en que mis amigos lo apalearon a la salida y yo le rompí el parabrisas al auto del profesor a escondidas no la cuento, porque no fue tan divertida, y mi madre no tiene porqué enterarse ahora, después de tantos años de creer que enfrenté la injusticia con hidalguía.

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martes, septiembre 26, 2006

A la eterna defensiva

Yo por Dentro - Vida Diaria

Antes de salir a tomar el tren para ir a trabajar todos los días, (mejor dicho, antes de iniciar la caminata hasta la estación) reviso que esté todo en orden. Con esto quiero decir que me aseguro de que mis pantalones y mis pertenencias se encuentran en perfecta armonía. O sea:

-Bolsillo trasero derecho: Billetera y llaves. (Colgando éstas últimas de una celdilla pasa-cinturón del pantalón)
-Bolsillo trasero izquierdo: Pañuelo de tela. (No confío en los de papel)
-Bolsillo delantero derecho: Tarjeta magnética para entrar al laburo.
-Bolsillo delantero izquierdo: Teléfono celular

A ustedes tal vez les parezca gracioso, pero a través del tiempo me he acostumbrado tanto a funcionar bajo este organizado régimen de conducta, que la más mínima alteración del mismo me abre las puertas a un mundo de desesperación. Porque si mi mano no encuentra la billetera, automáticamente se me hace un nudo en el estómago y comienzo a sudar helado, porque seguro que ME LA ROBARON EN UN DESCUIDO, y si mi mano no toca la hebilla de la funda del telefonito, es porque ME LO ROBARON O SE ME CAYÓ AL PISO PORQUE NO PRESTO ATENCIÓN, y si me falta la tarjeta, de seguro SE ME ENGANCHÓ EN ALGÚN LADO Y ALGUIEN LA VA A ENCONTRAR PERO NO ME LA VA A DEVOLVER CREYENDO QUE LE VA A SERVIR PARA ALGO, y si no están las llaves, es fija que ALGUIEN VIÓ CUANDO SE ME CAYERON Y AHORA ME VA A SEGUIR PARA ENTRAR A MI CASA, y si falta el pañuelo, es porque NO LO GUARDÉ BIEN EN EL BOLSILLO, SE ME CAYÓ, Y AHORA SEGURO EMPIEZO A ESTORNUDAR Y ME VAN A ECHAR DEL LABURO POR ANDAR COMO UN INFELIZ CON LOS MOCOS COLGANDO, y así.

Pero si la tarjeta no está, es porque me la olvidé en casa, ya que no la llevo en la billetera por miedo a que me roben todo junto. Si me falta la billetera, es porque “subió” y está en el bolsillo derecho de la campera o en el delantero derecho del mismo pantalón, junto al desobediente pañuelo. A veces se hace rogar un poco más, y es porque la metí en la mochila, donde ocasionalmente se alojan también las llaves. Y el celular suele ser izado al bolsillo izquierdo de la campera, donde no se siente su peso.

Lo peor es que (sacando la tarjeta) no puedo dejar de perseguirme ni durante los domingos. No consigo poner en “stand by” la paranoia, ni siquiera por un día. Y me gustaría saber de quien es la culpa, en estos pagos en los que uno no puede descuidarse y se halla toqueteándose a si mismo todo el tiempo cuando sale a la calle, buscando que no falte nada, y a sabiendas de que en cualquier momento, la falsa alarma va a dejar de ser falsa para convertirse en mala sangre, o algo peor.


Para peor, mi mochila tiene como cuatro bolsillos. Pero que van todos vacíos, por supuesto. Por si acaso...

lunes, septiembre 25, 2006

Código de Barras

Yo por Dentro - Madre Naturaleza

Me pregunto lo que sucedería si yo terminase yendo a la cárcel. Dejemos de lado la posibilidad de librarme del asunto durante el juicio, y vayamos al grano: la vida en el presidio.

Tendría horas y horas para leer y estudiar bastante, y no debería preocuparme por detalles como los gastos, la higiene personal o la percepción del paso del tiempo. Eso sería bueno.

Debería prestar, en cualquier caso, especial atención al hecho de que soy un joven grandulón delicado, de tez extremadamente blanca, con rostro de niño libre de bigote, pecho lampiño, anteojos y que debido a la insistencia maternal sufrida durante la niñez se la pasa diciendo: “permiso”, “por favor”, “discúlpeme”, “no es problema” y demás tecnicismos que –como todos sabemos- resultan poco útiles a la hora de evitar que un formoseño apodado “Leche Sucia” te sodomice, regentee y alquile para las orgías homosexuales organizadas quincenalmente por los bolivianos desdentados del pabellón 4.

Tengo muy en claro que la forma más efectiva a la hora de ganarte el respeto del resto de los presos es matar a alguien nomás a los cinco minutos de estar preso. A cualquiera, pero que parezca de poca monta y no pertenezca a ninguna “familia” o “agrupación carcelaria”, obviamente. Porque matar al primo preferido del recluso que sale de vez en cuando y tiene permiso incluso de manejar el auto del gobernador, no daría sino más problemas. Y si luego uno de los guardias recordase al difunto a la voz de “era el hijo que nunca tuve”… eso sería malo en serio.

También ayudaría hacerme algunos tatuajes (ayudan a crear la impresión de que ya estuviste preso), porque no tengo ninguno. Creo que lo recomendable sería elegir motivos demoníacos y denigrantes pero no demasiado específicos, porque en una de esas, que tu cuello diga “los milicos son todos paparulos” puede garantizarte una golpiza semanal, cuarenta días de reclusión solitaria y duchas de agua servida, en el mejor de los casos. Irte al otro extremo también sería peligroso: Un “A las madres y hermanas de los negros villeros hay que quemarlas vivas porque son un cáncer social” sobre el pecho también sería una mala idea, pero creo que el peor tatuaje que uno puede hacerse es una rubia desnuda, con las piernas abiertas, comenzando sus caderas en la base de la espalda propia, de espaldas, en tamaño natural, y a todo color.

Y así, muchas otras cosas. Es por eso que mantengo mis crímenes en stand by: es más fácil hacerme mala sangre y soñar, que tener que lidiar con toda la maroma que se vendría después. Aunque si hubiese estado preso podría permitirme el lujo de rematar mis argumentos diciendo cosas como: “¿Sabés con la caquita de cuantos nenes como vos se me manchó la p*ronga mientras estuve guardado?"

Y ganar en todas las discusiones.

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sábado, septiembre 23, 2006

Vanilla Mood - Haku

Yo por Dentro - Cine, tele y así

A veces, algunas piezas musicales (buenas o malas, simples o complejas, conocidas o privadas) me hacen creer que entrometiéndome con algo más de ímpetu en el mundo de la música, habría sido abrumadoramente feliz. Completo aún en la peor de las miserias, total, etéreo si se quiere llevarlo al borde del absurdo. Y eso me rompe mucho las bolitas, aunque no tanto como para impedirme el disfrute propio de todo músico pasivo (léase, quien escucha, nomás).

Negándome como siempre a instalar una jukebox, pero deseoso de compartir algunas debilidades mías, les acerco lo siguiente. Porque tampoco va a ser todo joda en Damos Pen@... y los sábados me parecen un lindo día para un par de clips. Que este sea el primero, entonces. Después me cuentan cual de los dos les gustó más. O tres, si cuentan el de ayer.

Vanilla Mood - Haku

Ryuichi Sakamoto - The Last Emperor

viernes, septiembre 22, 2006

No

Yo por Dentro - Comestible - Cine. tele y así

Cada vez que alguien utiliza la expresión “gustos son gustos”, siento el peor de los escalofríos, porque presumo la que se viene. Dejando de lado lo alguna vez explicitado a través del Manual de la Belleza Objetiva, destacaré que en algunas situaciones esas tres terroríficas palabras pueden aplicarse en forma de válido concepto.

-Los vinos. ¿Cuál es el mejor vino para tal o cual comida? El que te guste. Por más vueltas que se le quiera dar al asunto de que las carnes rojas deben acompañarse de vinos tintos y los pescados de vinos blancos, tomar un vino que no hace feliz al paladar es una herejía fundamentada por todo gourmet, sommelier y/o enólogo decente. Se puede recomendar alguno en particular de acuerdo a ciertas características del plato, pero hasta ahí nomás. El dizque experto tendrá la razón y una explicación, pero usted sabe lo que le gusta. Y se clava un pejerrey rociado con Fanta.

-Las milanesas. Las verdaderas son gruesas, jugosas, con grasa y hueso. Así deberían comerse. Las que preferimos la mayoría de los argentinos son secas, finas y bien crocantes, desprovistas no sólo de hueso, sino también de cintas de grasa o pequeñas durezas elásticas de esas que a veces se le escapaban a la abuela. Porque la historia de la gastronomía tendrá la razón, pero usted sabe lo que le gusta. Y hace sonar dos milangas de bola de lomo como si nada, con huevos fritos y papas fritas.

-La crema chantilly. La verdadera apenas si tiene azúcar, pero muchos de nosotros la preferimos dulce a niveles que rozan el delirio y la “incomibilidad”, combinándola con chocolates y frutas (incluso a veces, éstas últimas, en almíbar). No importa lo que digan los libros galos: usted sabe lo que le gusta. Y se come a cucharadas lo que sobró de rellenar la torta del otro día, mientras mira el último episodio de “American Chopper”.

A lo que voy es a que Ricardo Arjona puede gustarle, señora, pero eso no hace necesariamente bueno, o poeta. Justifíquese todo lo que quiera. Y no me venga con que no entiende porqué no me gusta cuando es un éxito, ya que según su criterio, yo podría comer bosta de perro a cucharadas. A fin de cuentas, cientos de miles de millones de moscas no pueden estar equivocadas.

Se lo dice alguien que prefiere las empanadas medio cruditas y los fideos recalentados. Dese una vuelta por acá, que en una de esas le gusta. De nada.

jueves, septiembre 21, 2006

La Gran Competencia

Religión

Estuve pensando en lo que sucedería si los tantos fueran un poco más claros, y las religiones se permitiesen ciertas libertades (principalmente la de coexistir sin incitar al degüello). ¿No funcionaría lindo, por ejemplo, una Olimpíada? Imaginemos lo que sucedería en algunas disciplinas…

Popularidad y llegada a la gente

Navidad y pascua mediante, Jesucristo se quedó con el oro de la competencia, aunque sus detractores, entre ellos Mahoma, se defendieron alegando que la medalla se le debería dar a Mel Gibson o a Dan Brown, por la propaganda. Lucifer, no obstante, y gracias a que se hizo presente en la forma de Elizabeth Hurley, obtuvo un segundo puesto que sorprendió a muy pocos. Mahoma consiguió el tercer lugar, posición más que merecida considerando que sus fieles mas fieles suelen ser los que ya se han inmolado, y Zeus apenas si salió cuarto, debido a que todos manifestaron temerle más de lo que lo admiraban. Quinto salió Buda, pero no le importó.

Acto magico o milagrero

Zeus consiguió el oro haciendo lo que mejor le sale, soltando una lluvia de transformaciones. Sin esfuerzo volvió montañas a los reyes, leones a unos, piedras a otros... un coloso (10.00). Isis replicó el acto de revivir a Osiris, su esposo descuartizado y esta vez encontró el pene del mismo, por lo que recibió un segundo lugar que sorprendió a todos, inclusive a ella misma (9.29). Sorprendió Abaanguí, el Dios Guaraní, que volvió a cortarse la nariz y convertirla en la Luna. (8.20). Hermes transformó a las miníades en murciélagos y consiguió algunos aplausos (7.00). Abucheado, Jesus salió quinto (4.00) en esta disciplina porque subestimó a sus competidores y se limitó a transformar una jarra de agua en una jarra de vino. Ni hablar de Mahoma, que fue descalificado cuando el comité de disciplina descubrió que su tan promocionado y novedoso acto de "desaparición" requeria el uso de varios cinturones con explosivos plásticos (-.--).

Disciplina: Natación, 10000 metros estilo libre

Aquí, Jesucristo barrió con todos, echando a correr por sobre las aguas apenas mojándose las chancletas y cruzando la meta a toda velocidad, marcando 1´33" la milla y desatando la cólera de Poseidón, que salió segundo debido a que Cronos lo retrasó en la largada. El regordete Buda, por otro lado, se contentó con flotar graciosamente hasta la meta dejando que lo llevase la corriente. Cuando a Mahoma se le preguntó el porqué de su pésimo desempeño (estuvo a punto de ahogarse), éste hizo énfasis en la escasez de superficies natatorias en Arabia.

Lucha estilo libre

Doble felicidad para Odín, campeón indiscutible de los pesos pesados gracias a su poderoso Gungnir con el cual acabó con el terrible Shiva, y pudo ver en el segundo lugar a su hijo Thor, que armado del legendario martillo Mjolnir venció al siempre carismático Arcángel Miguel. Tercero quedó Ares, tras dejar fuera de combate al fiero Anubis. En la categoría livianos, a Jesucristo los mandamientos le jugaron en contra, porque Mahoma le dió una auténtica paliza. De todas maneras, el "León de Nazareth" perdió por puntos y no por KO, ya su contrincante no logró derribarlo ni una sola vez, ni mucho menos conseguir que se diera por vencido. Como era de esperarse, Buda fue descalificado porque su pequeño tamaño y exceso de peso no encajaban en ninguna categoría. "Es lo que hay" -dijo el regordete sin alterarse.

Administración de empresas, política y economía

El ganador fue Lucifer, que puso un Call Center prestador de servicios al exterior, pero quien se llevó todos los aplausos fue Mahoma, que por fin tuvo su oportunidad y se mostró no solo como un lider religioso, sino también como un político oportunista, sanguinario estratega unificador y comerciante astuto. Jesucristo no pasó el examen porque a los cinco minutos todas las riquezas que le quedaban eran unicamente espirituales. Sin embargo, fue el mas aplaudido por el público debido a su postura de repartir todo para todos. Buda perdió el capital de inversión sin darse cuenta, cuando Lucifer le propuso trabajar en equipo y compartir los dividendos.

Organización de eventos

El ganador fue el griego Dionisio, que organizó una festichola orgiástica de proporciones indescriptibles. Sin embargo, y por haber conseguido tanto con tan poco, La Última Cena de Jesucristo se quedó con el segundo lugar y todas las ovaciones. "Leonardo, esto es para vos" -dijo el Maestro levantando el trofeo en alto y conmoviendo a la multitud. El bronce quedó para el recital organizado por Lucifer, que rompió con todo lo imaginable al juntar en un mismo escenario a John Lennon, Freddy Mercuri, Karen Carpenter, Kurt Kobain, Jimmi Hendrix, Jim Morrison de los Doors, Michael Huetchence de INXS, Janis Choplin, Amadeus Mozart, el virtuoso Pagannini, Astor Piazzolla y Mama Cass, de "The Mammas and de Pappas". Los nostálgicos lloraron cuando Frank Sinatra soltó los primeros acordes de "A mi Manera", pero los cuartetazos de Rodrigo sacaron a casi todos a bailar. Mahoma peregrinó hacia la Meca con relativo éxito, pero los muchos fieles que murieron en las avalanchas descontaron puntos en su score final, que lo dejó en la cuarta posición.

Competencia de Belleza

Lamentablemente, la hermosísima e infartante Freyra de escandinavia, Primera Valkiria, fue descalificada por acostarse con casi todos los presentes. Aplastante fue entonces la victoria del Espíritu Santo, que no tuvo nada más que hacer que seguir encarnado en Brad Pitt, como lo viene haciendo desde hace mas de cuarenta años. El segundo lugar fue para la egipcia Nut, que desnuda y con su espalda arqueada sobre los cielos, sorprendió a la afición. Afrodita consiguió el tercer puesto debido quizá a su exagerada desnudez, algo fláccida para los tiempos que corren, pero siempre suculenta. Mención especial para Ho Hsien Ku, la inmortal china que supo envolverse en un precioso vestido de flor de Loto y opacó a la fenicia Astarté, quien incitó a los placeres carnales pero no tuvo éxito.

Examen escrito de conocimientos generales:

Brilló Lu Dong Bing, el Dios Inmortal Chino que, desbordando erudición y tras 6000 años de estudio ininterrumpido, obtuvo el único "sobresaliente" (10.00). Thoth, el escriba egipcio, le siguió de cerca con un 9.75 que hizo temblar a más de uno. Mahoma, reconocido analfabeto, no supo siquiera copiarse de la celta Dana que obtuvo un 7.69 gracias a un notable dominio de la literatura, y fue bochado. El hindú Ganesh, sabio experto de las letras, sacó 9 en todas las asignaturas. El estudiosísimo Jesucristo sacó 8 en el global debido a que, si bien se sabía las escrituras de memoria, cuando llegó a la parte de las ecuaciones matemáticas quiso dividir y accidentalmente terminó multiplicando todo a nivel exponencial. "¡Me caigo y me levanto, Padre Mío! ¡Pasó como con los pescados!" -dijo visiblemente irritado.

miércoles, septiembre 20, 2006

Teoría de Probabilidad

Yo por Dentro - Vida Diaria - Científicamente

A veces, algunos conocidos me preguntan si es verdad todo lo que cuento en este blog, si todo realmente sucede. La respuesta es: si, todo eso me sucede. No necesito ni siquiera exagerar. A mí me pasan cosas raras (o cuando menos, tirando a relativamente improbables), en esos pequeños intersticios temporales alojados entre mis deberes. No tardaré más de cinco o diez años en comenzar a vivir este tipo de situaciones:

Fulano: -¿Probaste el pulpo, alguna vez?
Yo: -Ayer, a la salida del laburo, en el ascensor me atacó uno y tuve que morderlo para que me soltara, ¿eso cuenta?

Las posibilidades de que mañana yo coma pizza, ande a caballo, tome el tren, despierte en el hospital de Chacomús a causa de la tosferina, protagonice un escándalo sexual o sufra de quistes en los ovarios son equivalentes, más allá de lo que me proponga. Comencé a sospecharlo a los seis años, cuando me dio fiebre aftosa. Sí, aftosa. Y me refiero a la fiebre aftosa que pueden adquirir los niños, aunque tranquilamente podría haber sido de la otra, esa que se pescan las vacas.

Se me llenó la boca (encías, lengua, labios, paladar, etc.) de ampollas y llagas ulcerosas, y me dolió tanto, pero tanto, tanto, que recuerdo mi llanto y mis negativas a sorber dos gotas de té con leche a través de una pajita con más claridad que a cualquier fiesta de cumpleaños. Fueron casi dos semanas de inanición y –a mi entender- paroxismo. La mayoría de los insultos que conozco y uso a diario los aprendí en ese rato.

O sea: Las leyes de las probabilidades y/o estadísticas (recomiendo curiosear acerca del teorema de los infinitos monos) no se me aplican. Soy un forajido del azar. Pero este desorden cósmico me hace creer que debido a mi falta de coraje estoy desperdiciando un don: debería comenzar a apostar en los casinos. Porque en mi caso, -tomaremos como ejemplo un “pleno” de la ruleta- no se trata de 1 entre 37 (contando el cero). O mejor dicho, sí se trata de eso, pero también hay 1/37 de que yo acierte todos los plenos durante toda la noche, 1/37 de que no pegue una aunque apueste a todos los números al mismo tiempo y 1/37 de que la bolita rebote contra la hebilla del cinturón del crupier y me saque un ojo.

Y eso es algo.

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martes, septiembre 19, 2006

El Bueno, el Malo y el Chimi

Yo por Dentro

En un post anterior hablé ligeramente de mi dieta auto-controlada, auto-administrada y auto-impulsada, que seguramente es una de mis hazañas a eternizarse en mi autobiografía, la cual escribiré en la cárcel, imagino, sacando partido de los ratos libres alojados entre el levantamiento de pesas, la lectura de la Biblia y el ser brutalmente violado por los miembros más influyentes de las triadas chinas y la Hermandad Aria. Porque si uno no va a la cárcel para hacer esas cosas, entonces no sé.

Hoy, hablaré de otra de mis proezas (creo que en total son cuatro o cinco, nomás, porque tampoco da para andar suponiendo que todo lo que hago resulta digno de inmortalizarse). Obviamente, dejo de lado uno que otro acto milagrero inexplicable y ajeno a este blog.

Es más bien un momento de gloria de cuando tenía 17 años. Habíamos terminando de cenar en la casa de mi tío y la mesa estaba siendo levantada cuando fijé mi atención en el pequeño recipiente, de tamaño no mayor a una taza de té, contenedor del chimichurri no utilizado. Para los lectores que desconozcan a que me estoy refiriendo, aclaro que el “chimichurri” es una suerte de salsa fría de muchas variantes, compuesta por ajo y perejil picado, ají molido, orégano, pimienta molida, aceite crudo y sal. Suele usarse para acompañar carnes en parrilladas y misceláneos, y resulta conveniente dejarla descansar en la heladera un par de días para que los ingredientes se familiaricen los unos con otros.

-A mí usted no me va a tratar de pu*o, Tío. ¿Qué quiere jugar a que soy macho y me tomo todo ese chimichurri? –dije poniendo cara de Clint Eastwood. La taza estaba por la mitad.

Cabe destacar que mi tío siempre encontró específico deleite en cuestionar mi sexualidad durante la cena, argumentando que sé coser, cocino muy bien, no salgo a joder los fines de semana, no bebo alcohol, nunca dije un piropo a una mina en la calle, cuido especialmente mis manos y uñas, creo que Brad Pitt es la belleza personificada, estoy descubriendo el encanto del té negro con esencia de bergamota y vainilla, no tomo mate porque una vez me quemé con la bombilla y lloré, y muchas otras cuestiones más, cuyos detalles no vienen al caso.

-Dos pesos –dijo mi prima sacando de un bolsillo un billete irregularmente arrugadísimo.
-Yo tengo dos más –agregó un amigo.
-Encima de pu*o, mañana vas a ser un pu*o con diarrea –finalizó mi tío.

Fue un solo sorbo. Avinagrado. Largo. Lo resumiré todo diciendo que al día siguiente no sufrí –inexplicablemente- tipo ninguno de represalia de parte de mi aparato digestivo, ni me volví cuatro pesos más rico. Porque por plata, lo hace cualquiera, y la anécdota, más tarde o más temprano, se olvida. Pero los héroes…

Los héroes duran para siempre.

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lunes, septiembre 18, 2006

My Little Cocomiel

Vida Diaria


Existe un bichito pequeñuelo de poco más de un centímetro y apenas diez u once días de edad, cuya estructura ósea endeble e inmadura ha de ser frágil incluso a los sonidos que el vientito hace al sonar contra los junquitos. Su nombre es (ponele) Cocomiel. Es adorable y bastante buen alumno, según se me ha contado, y sufre de las torturas del resto de sus compañeros de la Escuelita de bichitos en los Bosques de Palermo debido a ciertos aspectos de su personalidad, casi siempre ligada más a la paciencia extrema de quien se sabe “tomado de punto“, que a las reacciones propias de un mocito belicoso. Al menos hasta hace unos meses, cuando cansado de que una compañerita abeja se riese a costa suya, le soltó un golpe con una de sus alitas de esos que dan gusto a los justicieros de pupitre y desenroscan la cabeza de los supuestos abusones, durante una clase de "arte con pétalos de margarita".

La abejita armó un escándalo, el niño fue debidamente sancionado por las hormiguitas y la cucaracha reina (creo que le dijeron algo así como: “Eso está mal, Cocomiel, no lo vuelvas a hacer”), y el asunto quedó a resolverse por la Avispa, que sabe como cuidar de la alegría y el orden en el panal.

Pero lo mejor del asunto se presentó hace algunos días, cuando una compañerita (otra abejita, obviamente, porque la primera todavía está escupiendo sangre) comenzó a provocar a Cocomiel, relacionándolo sentimentalmente con una vaquita de San Antonio del curso de zumbidos, que no es otra que la “noviecita” del bicho bolita, el mejor amigo del bichito de suerte en cuestión. La paloma obligó a todos a guardar silencio a base de amenazas fútiles, ya que atada en sus patitas y alitas no puede hacer más que mandarlos castigados al viejo tronco seco de la reflexión, para que vuelvan indultados por una cucaracha a la que únicamente le preocupa que los papases y mamases de los bichitos se reproduzcan y ayuden a conseguir la cuota mensual de hojitas y miguitas necesarias para que la escuelita de zumbidos siga abierta, pero esta vez, Cocomiel volvió a tomar el toro por las astas. O algo así. Porque cuando la paloma volvió a levantar la cabeza, la abejita “burlona” se hallaba completamente enrojecida, tomándose la garganta con sus patitas y cargando todas las lágrimas posibles en sus ojos de abejita. Obviamente, Cocomiel ya la había soltado, tras realizar su ataque con el sigilo y paso del lobo, y leía tranquilamente, sentado en su maderita de estudio.

-Me… me quiso ahorcar –suspiraba entre sacudidas la abejita, respirando con dificultad. Mientras trataban de revivirla (bah, quitarle el susto y alisar sus alitas), la paloma llamó aparte al futuro estrangulador de panal privado.

-No podés hacer eso, Cocomiel, aunque ella haya empezado a molestarte… ¿No te das cuenta de que está mal? ¡Podrías haberla lastimado! Si seguís reaccionando así, cuando seas un bichito de suerte grande, podés llegar a picar a alguien muy fuerte y hacerlo llorar, ¿Entendés?

Cocomiel levantó entonces la mirada, y sin elevar un ápice el tono de su voz de bichito, replicó:
-No te preocupes, por favor, Palomita. Yo sé como y hasta dónde puedo apretar con mis patitas de Cocomiel.

Todavía no he podido tratarlo personalmente, pero creo que encontré a mi nuevo mejor amigo bichito.

Y así, Cocomiel y la Mantis vivieron felices para siempre...

sábado, septiembre 16, 2006

It´s oficial

Yo por Dentro

Bueno, hoy si que estoy triste.

Cat Stevens - Father And Son

Father
It's not time to make a change,
Just relax, take it easy.
You're still young, that's your fault,
There's so much you have to know.
Find a girl, settle down,
If you want you can marry.
Look at me, I am old, but I'm happy.
I was once like you are now, and I know that it's not easy,
To be calm when you've found something going on.
But take your time, think a lot,
Why, think of everything you've got.
For you will still be here tomorrow, but your dreams may not.

Son
How can I try to explain, when I do he turns away again.
It's always been the same, same old story.
From the moment I could talk I was ordered to listen.
Now there's a way and I know that I have to go away.
I know I have to go.

Father
It's not time to make a change,
Just sit down, take it slowly.
You're still young, that's your fault,
There's so much you have to go through.
Find a girl, settle down,
if you want you can marry.
Look at me, I am old, but I'm happy.

Son
All the times that I cried, keeping all the things I knew inside,
It's hard, but it's harder to ignore it.
If they were right, I'd agree, but it's them you know not me.
Now there's a way and I know that I have to go away.
I know I have to go.

viernes, septiembre 15, 2006

Imperfecto Fantástico

Yo por Dentro - Religión

A alguien alguna vez se le preguntó acerca de la existencia de Dios, y éste respondió que la idea de un ser perfecto, omnipotente, todopoderoso… era realmente fantástica. Dijo que veía en la teología, la perfección del género fantástico, siendo el Budismo ligeramente menos imposible que el cristianismo. Se le replicó que podría considerarse entonces la posibilidad de un Dios imperfecto, que no puede manejar bien el asunto ni impedir los terremotos. Un Dios que duerme y tiene pesadillas o accesos de locura que terminan convirtiéndose en las pestes y catástrofes.

A mí me gusta pensar en que Dios existe, aunque no lo crean. Y que como muchos de nosotros, guarda en el Cielo, en un galpón, bocetos de todos esos seres carentes de posibilidad de realización. Proyectos rechazados, si se quiere. Allí están los caballos de patas larguísimas, que parecen zancos (Dios tenía doce proyectos de arco iris y eligió el que conocemos), y las semillas de las que brotan los árboles que gritan, se alimentan de aves a escondidas y lucen plumas ensangrentadas en vez de hojas (revelación del pecado). También descartado, durmiendo en sólido platino, se encuentra el milagro que no dejó caer, debido a que nunca lograron ser pulidas sus aristas (se habla de que las oraciones habrían sido capaces de regenerar extremidades amputadas, desencadenando el fin del ateísmo).

¿Qué proyectos rechazados guardaron cada uno de ustedes en sus respectivos galpones? Que hayan quedado en el misterio no les quita interés, eso es seguro. Y no me vengan con que les ha salido todo bien en la vida, porque no voy a creerlo.


Hoy me desperté pensando inefablemente en lo mucho que apesta este Viernes. De ahí la falta de humoradas. Sepan disculpar.

jueves, septiembre 14, 2006

After Espiche

Yo por Dentro - Madre Naturaleza - Vida Diaria

Aún no he decidido lo que quiero que se haga con mis restos a la hora de mi muerte.

No tengo mucho de mi espíritu a favor de que se donen mis órganos, pero eso se debe a que mi egoísmo me impediría descansar en paz sabiendo que uno de mis componentes le podría ser instalado a alguna histérica adicta a los mensajes de texto, el análisis de su inteligencia emocional y los fotologs, o a cualquier otra persona que en vida también me hubiese caído mal. No quiero correr riesgos y es por eso que una vez superada la barrera de los cuarenta años -si es que llego- me iré a dormir todas las noches sujetando una granada de fragmentación y un medidor de pulso cardíaco en mis manos derecha e izquierda, respectivamente.

Lo interesante es que después de muerto, uno puede ser cremado, enterrado, archivado, etc. Se tienen mas opciones que cuando se estaba vivo. Sobra decir que me patea el hígado saber que gente conocida va a gastar dinero en ataúdes con manijas de bronce y coronas florales en lugar de regalarme hoy un juego de sillones y un Home Theater que podría agradecerles, me harían más feliz y costarían menos. Y hasta les permitiría que en un costado les hiciesen grabar “Te quieren tus tíos y primos” o lo que se les ocurriese, no sería problema.

Personalmente, creo que una pirámide (egipcia) es lo más. Lleva consigo esa idea de magnificencia que hace que la gente diga cosas como: “Ah, car*jo… ¡Ese tipo sí que se murió, eh!”; pero sin lugar a dudas, la alternativa que más se presta a la discusión y a la originalidad es la del embalsamamiento para exposición, que creo prohibida en la República Argentina.

Lamentablemente, el resultado final pierde mucha encanto cuando nos damos cuenta de que el embalsamado no funcionará como un muñeco articulado gigante al cual se le pueda cambiar la posición de vez en cuando, debido a que toda articulación es solidificada en el proceso y deja de funcionar. A la larga, el abuelo pasaría a convertirse en un aburrido perchero, mas allá de que hubiese sido embalsamado vistiendo un atuendo y gesto similar al del Tío Sam en los famosos afiches (I WANT YOU) de las oficinas de reclutamiento del ejército de los Estados Unidos, y ubicado en un costadito del baño, con su brazo apuntando en dirección a la jabonera del bidet, fijos los ojos en el inodoro.

Pensándolo mejor, creo que eso no podría aburrir a nadie, nunca.

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miércoles, septiembre 13, 2006

You Could Be Mine

Yo por Dentro - Comestible - Madre Naturaleza

Me gusta mucho comer cosas ricas. Me hace feliz y me facilita la tarea de reprimir mi deseos de venganza y odio hacia casi todas las obras de la creación. Sin embargo, por combinar esa búsqueda de la alegría con una vida sedentaria (hacer fiaca también me hace feliz), fui gordísimo alguna vez, muchos lo saben. Adelgacé de motu proprio, sometiéndome a una dieta horripilante y a un poco de ejercicio con pesas. Por esos días, mi estado de abstinencia nada tenía que envidiarle a lo que sufren los cocainómanos en los centros de rehabilitación en las películas, y mi humor era el de una hembra de demonio de Tasmania a la cual azotan en el trasero con los cuerpos inertes de sus crías recién asesinadas. Habiendo perdido casi 12 kilos en treinta días (me prometí pesarme al mes de comenzada la dieta, para ver si valía la pena el sacrificio), me dije a mi mismo: “Esto funciona”.

Y seguí. Bajé unos cuarenta kilos, aproximadamente en cinco meses (no podía parar de adelgazar, en determinado momento). Luego aumenté un par más y alcancé mi peso justo. De esto hace más de cinco años (puedo tener dos kilos mas o dos kilos menos dependiendo de mis actividades) y desde entonces hago un poquito de ejercicio, no sufro con la comida ni le doy tanta importancia, pero de vez en cuando algún alimento me fanatiza. Y me vuelvo adicto, loco, enfermo. Puede ser algo que lleve mucho tiempo sin comer, o que pruebe por vez primera, pero cuando eso ocurre… ya no puedo dejar de comerlo hasta que lo acabo. Estoy seguro de que al menos una pequeña parte de la población lectora de este blog ha sufrido alguna vez de estas adicciones alimenticias pasajeras, que a la larga terminan esfumándose. Suele darse con antojos raros, como el Mantecol, la Coca-Cola con jugo de limón, el chocolate aireado, el arroz con leche, el pan de una panadería en particular, las omelettes de jamón y queso y cosas así.

Hoy, 13 de Septiembre, me siento espantosamente incómodo estando en una habitación en la que hay chipá sin ser comido, en una bolsita, en mi mochila. Lo devoraré cuando llegue la hora del almuerzo. Lo que quiero decir es que si dentro de unas horas, a la salida del laburo, el vendedor de chipá no está esperándome, voy a salir en los noticieros. Porque deseo, anhelo, ansío, preciso, necesito desesperada e iracundamente mi ración de chipá… vendería este blog a cambio de un kilo de chipá, mataría a cada uno de ustedes por un chipá… a cambio de una ruedita de chipá de esas que cuestan un peso (cada una) ahorcaría con mis propias manos desnudas a Dakota Fanning y mientras tanto me reiría histericamente, a los gritos, llevando mis ojos inyectados en sangre, y apretaría, y apretaría, y apretaría…

Realmente, quiero chipá. Llevo una semana de comerme dos o tres pancitos por día. Y no, no tengo miedo a la posibilidad de que sentarme a hacer popó se haya convertido en cosa del pasado.

martes, septiembre 12, 2006

Hablo como Pienso como Escribo

Yo por Dentro - Vida Diaria - Del Habla

Estoy perdiendo la capacidad de mantener una conversación que no funcione de la misma manera en que lo hace mi cerebro, guiso de ideas no necesariamente en secuencia y/o relacionadas. Paso a justificar estas palabras citando dos ejemplos de conversaciones reales mantenidas en las últimas dos semanas.

Ejemplo 1

Yo: (acomodándome en el sillón y continuando una conversación gastronómica) -El otro día, precisamente, fui por primera vez a comer a un lugar de esos que ahora llaman “Bares de Tapas”, y que se pusieron de moda no me preguntes porqué.
Mi tío: (asintiendo con la cabeza) -Si, ya nos invitaron varias veces a nosotros, ¿Y cómo es que funcionan?
Yo: (recordando lo aprendido años atrás, viendo el programa de Karlos Arguiñano) -Según sé, las tapas son casi una institución española. Hay de muchas clases, pero…
Mi tía: (acercándole a mi tío un té y volteándose hacia mí, interrumpiéndome) –Vienen a ser como picadas, ¿no?
Yo: -Sí, en resumidas cuentas son eso: entradas. Aunque mal servidas y un poco adaptadas al gusto argentino, como casi todo. Reducidas a unas cuantas cositas sobre tostadas.
Mi tío: -¿Me lo recomendás?
Yo: -La idea es ir a conocer, conversar y pasar un ratito, porque si vas pensando en comer como Dios manda, te desilusionás nomás de ver la carta. Pero se pueden probar algunas pavaditas ricas y no fue tan caro como creí que iba a ser. Todo lo contrario, la gaseosa estaba más barata que en cualquier otro lado.
Mi tío: (señalando a sus hijos menores) -¿Hay alguna variedad que estos puedan llegar a comer?
Yo: Si, algunas son suavecitas, de tomate y queso, y también sirven pizzas individuales. Vos estuviste en Ezeiza cuando pasó todo eso de la vuelta de Perón y la masacre, ¿no? ¿Cómo fue la cosa?

Ejemplo 2

Yo: (regresando de mi trabajo, hambriento y cansado) -Hola, mamá.
Mi madre: (encendiendo una hornalla de la cocina y colocando sobre ella una pequeña cacerola) –Hola. Compré rosbif y te herví unas papas y un pedazo de calabaza, hacete un churrasco y puré, si querés.
Yo: (tomando la sal y una botella de aceite mezcla y poniéndolas en la mesa) -No hay problema, dejá, que ahora me preparo todo yo.
Mi madre: -Cambiate la ropa antes, no vaya a ser cosa de que te manches la camisa.
Yo: Sí, ¿Sabés cuanto cuesta un caballo de esos como los que usan los chatarreros? Más o menos mil pesos. Antes estaban a doscientos, trescientos pesos como mucho.

Mi jefa ya me pide por favor que le avise cuando voy a cambiar de tema, pero para cuando me doy cuenta, ya es tarde, y pasé de las demoras en las consultas vía replicador a las aceitunas rellenas de queso roquefort. Creo que me quedan tres o cuatro meses antes de alcanzar el autismo, aunque algo de sofisticado (y porqué no ajedrecístico) debe haber -barrunto- en eso de poder mantener dos o tres conversaciones al mismo tiempo con la misma persona, sin confundirse.

Debería hacerme ver por un especialista, más dejaré que las cosas se resuelvan solas, cuando sea que me toque volver a realizar un psicotécnico por motivos laborales, o convirtiéndome en un asesino serial, meticuloso y sumamente escurridizo.


Lo que ocurra primero, no tengo apuro.

lunes, septiembre 11, 2006

Se te acabó la dolce vita, Portaplatos

Yo por Dentro - Comestible

No escribo este artículo a fin de determinar el porcentaje aceptable a la hora de dar una propina, sino que llevaré las cosas al extremo, dejando muy en claro que el concepto de propina se ha desdibujado.

Trabajé en gastronomía (en varios establecimientos y posiciones) y conozco muy bien el valor de las propinas, y su repercusión en los sueldos casi siempre pagados en negro. Sé también que suelen haber problemas muy grandes a la hora de la repartija, y son pocos los establecimientos serios que dividen la propina entre la cocina (chef, ayudantes, pasantes y bacheros) y el salón (mozos, sommelieres, comisses, runners y maitres). A veces la “casa” también se queda con un porcentaje, pero casi siempre la propina va a parar a bolsillos del mozo que tomó la orden (comanda) y atendió la mesa directamente.

Mis propinas casi nunca son generosas. Pero no porque yo no quiera, sino porque pocas veces he recibido el servicio digno de un reconocimiento mas allá del importe establecido en la factura y unas monedas de más.

Si usted es camarero y quiere recibir una propina, gánesela. Al fin y al cabo, para traerme los platos, servirme la comida caliente y destaparme una botella es que se le paga un sueldo. Le suplico no me haga concentrarme en el hecho de que el “servicio de mesa” tiene un coste soberanamente identificado en el borden inferior de la carta. Y si parte de la culpa es de los cocineros, no se preocupe; me encargaré de hablar absolutas pestes a su respecto también, y para ellos, tampoco dejaré nada. Confórmese con todas esas propinas que otros clientes han dejado al chef porque la salsa estaba escandalosamente sabrosa, y que usted se ha quedado para sí pese a no ser responsable de la virtud.

No tengo ningún problema en que usted se quede pensando que soy un amarrete de porquería, por la simple razón de que no pienso volver a este establecimiento y no corro el riesgo de que me vuelva a atender mal. La comida estaba fría pese a que tardó más de media hora en venir, tengo que prender una bengala para que me preste atención, me encajó una canasta de pan recalentado y, ¿cree que le voy a dejar propina nomás porque el resto de los presentes lo creen “acostumbradamente” correcto? Se equivoca, amigo. Fieramente, porque ni siquiera incómodo me voy a sentir. Y si la cuenta es de $29,85, más le vale evitarse la esperanza y traerme esos reventados quince centavos antes de que empiece a gritar. Y agradezca que no estoy con ganas de refregarle que la espinaca de sus crepes es pura acelga, o que su jugo de naranjas “exprimido” es zumo de botella al cual le arrojó un puñado de semillas secas de esas que se retiran cuando se prepara la ensalada de frutas y suelen guardarse en una bolsita, bajo la barra.

Basta. Cero propina a quienes no se merecen otra cosa.

viernes, septiembre 08, 2006

Aún tratando de entender al cazador

Yo por Dentro - Madre Naturaleza - Científicamente

Dejando de lado lo declarado en el raconto de ayer, nunca fui víctima de la furia animal. Mis mascotas siempre fueron mas o menos buenas conmigo (mi gato siamés solía orinarme cuando se enojaba conmigo, pero a mí me llenaba de gusto saber que contaba con un animal de tanto carácter) y jamás tuve encontronazos con perros callejeros. No voy a decir que mi mejor relación con el mundo que me rodea la tengo a través de mi trato con los animales (me cae mucho mejor el cajero automático que visito una vez al mes), pero digamos que me he acostumbrado a no provocarlos ni temerles demasiado.

Sin embargo, cuando alguien es perseguido por un animal más grande, fuerte y agresivo que cualquier cristiano, por ejemplo un oso, casi siempre trata de correr en línea recta buscando parapeto, o fingirse muerto, y creo que eso es una estupidez. Aunque no una estupidez tan grande como lo es el exponerse a una situación en la que el encontronazo con un animal bestial que tranquilamente puede estrellar y dar cuenta de nuestra columna vertebral contra el tronco de un árbol, y devorarnos el aparato reproductor íntegro mientras aún estamos vivos, se convierte en algo muy posible.

¿Cuán listo puede ser un oso? ¿Cuánta paciencia puede tener? Si yo tuviese que escaparle, o mejor dicho, librarme de él, trataría de enloquecerlo, ganándole por tiempo o por cansancio. Me imagino esa situación cómica en la que dos personajes corren alrededor de un auto o un árbol, dando vueltas y vueltas, sin poder atrapar el perseguidor al perseguido. Creo que pese a lo ridículo del asunto, sería la mejor estrategia. Tal vez la única. Confio en que el oso me vería como a un gasto de calorías innecesario, y terminaría por abandonarme. ¿Ustedes que opinan?

Porque me resultaría muy difícil fingirme muerto y creer que va a funcionar. Me da la sensación de que, en realidad, eso me hace aún más atractivo a ojos de cualquier oso hambriento que se precie de tal. Además, a menos que seas un maestro yogui (me refiero al yoga, no al oso animado) controlar la respiración y todos esos detalles que hacen de nosotros entidades vivientes, se hace bastante difícil cuando un oso de seiscientos kilos te está lengüeteando los pezones entre resoplidos.

Supongo.

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jueves, septiembre 07, 2006

Nevermore (lo más cerca que estuve de ser Steve Irwin)

Yo por Dentro - Madre Naturaleza

El lugar: Acceso Norte y Avenida Márquez. El momento: Enero 2005. La situación: yo saliendo de una entrevista laboral. Para cruzar de un lado al otro de la autopista era (hoy lo sigue siendo) necesario caminar a través de unas sendas muy bonitas, ubicadas entre árboles jóvenes y arbustos variados antes de tomar un puente. Lamentablemente, tales engendros verduscos servían de bastante poco, ya que la sombra que proyectaban con esas pobres ramas cubiertas de palillos de escasa frondosidad no le hacía mella al inclemente sol que amenazaba con volverme chicharrón.

Mientras apuraba el paso a través del pasto para acortar el camino, y me aflojaba tanto la camisa como la corbata, cubriéndome en parte el rostro con una mano, sentí que algo me golpeaba la cabeza. Asocié la sensación a un objeto afilado, o al menos rematado en una punta aguda, porque estaba seguro de haber percibido un “puntazo”. Me di vuelta rápidamente y pensé: “Algún pel*tudo me está tirando piedritas desde atrás de esos matorrales”. Pero aunque miré y remiré entre las hojitas, no vi a nadie. Imaginé que sería la semilla de un árbol, o una ramita, por lo que no le atribuí importancia y seguí caminando. Habría hecho unos veinte pasos y llegado a una zona libre de árboles cuando volví a sentir el puntazo, aunque más fuerte. Y volví a darme vuelta. Una vez más, éramos mi sombra y yo. Fue entonces que dejé la mochila en el piso y elevé mi vista al Cielo, quitándome los anteojos de sol.

-¿Dios? –pregunté riéndome en voz alta, nomás para no desperdiciar el chiste aunque me encontrase a solas-. Imagino que al fin te decidiste a hacerlo físico…

Pero mientras sacaba el revólver, a mis espaldas sonó un graznido. Resultó que no había sido puntazo, sino picotazo: un avechucho negruzco, apenas más grande que una paloma se alejaba de mí, batiendo sus alas acelerado hasta alcanzar las ramas más altas de lo que creo era un “paraíso” o un sauce. O un eucalipto, o un cerezo; ni idea, estoy escribiendo nombres de árboles al azar. Me toqué la cabeza para ver si me había lastimado, y afortunadamente mis dedos se hallaban libres del agua de la espada. No pude evitarlo:

-¡Aún con tu cresta cercenada y mocha –le dije-, no serás un cobarde, hórrido cuervo vetusto y amenazador, evadido de la ribera nocturna! ¡Dime cual es tu nombre en la ribera de la noche plutónica!


-¡Waaark! –graznó el tipo desde arriba. Y afortunadamente; porque si me hubiese respondido “Nunca más”, yo me habría hecho caca encima y echado a perder mis mejores pantalones de vestir. En serio, caca.

Por aquella época mi Playstation estaba rota, yo no tenía novia, trabajo, dinero, ni esperanzas que perder, por lo que batirme a duelo con el pajarraco me pareció razonabilísimo. A fin de cuentas, tampoco tenía apuro, y si el desempleo seguía acompañándome, muy pronto me vería obligado a cazar mis propios alimentos. Pero como no sé trepar, tenía que tenderle una trampa. Decidí seguir caminando, a marcha mas bien lenta, dándole la espalda pero no lugar a que imaginase siquiera que intentaba yo eludir sus belígeros propósitos de horadarme la mollera.

-¡Waark! –volvió a chillar. Sin embargo, los ataques cesaron. Cuando quise darme cuenta, ya estaba sacando boleto en el colectivo.

Alguno me dirá que el ave era una hembra y que de seguro pasé cerca del nido que estaría escondido por ahí, más amenazadoramente que muchos otros cristianos, debido a mi altura y a que abandoné la senda para movilizarme a campo traviesa… pero yo creo que ese pájaro estaba probando su valor. Me lo imagino contándole la historia a su novia, nomás para impresionarla.


Se los digo, a veces es difícil ser yo.

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miércoles, septiembre 06, 2006

Crimen y Castigo

Yo por Dentro - Cine, tele y así.

Una idea que anduvo rondando por mi cabeza desde hace más de una semana se terminó transformando anoche en un sueño que supera con creces cualquier cosa que se me hubiese podido ocurrir estando despierto. Allí, yo era un juez al estilo de las películas estadounidenses, con el poncho negro, la peluca y todo. Ante mi presencia, traían entonces a diferentes fulanos. El primero era Diego Torres. Entonces yo me paraba y decía en voz alta algo así como que:

-“Por seguir dándole al robo con eso de: “queriendo querer intentar comenzar a entender a vivir y sentir y empezar” y todas esas cosas, se lo condena a paliza en camioneta, haciéndose la condena efectiva de inmediato.”

Entonces todos los presentes salíamos afuera, a un descampado. El calor era intensísimo y no había nada que nos protegiese del sol, que picaba en la piel. Esposado, Diego Torres se quejaba porque no había podido declarar o ser defendido por un abogado, pero cuando quiso darse cuenta, estaba siendo subido a la parte trasera de una camioneta colorada (una F-100 de las viejas, creo), e introducido en una bolsa para cadáveres. Uno de los policías me pasaba entonces un palo de golf (uno de los llamados “hierros”) y seguidamente yo me subía a la camioneta y lo molía a golpes, siempre procurando no pegar en donde calculaba estaría la cabeza, a fin de no dejarlo seco. La paliza terminaba cuando la bolsa dejaba de moverse. Entonces los oficiales la abrían y salía Diego Torres, todo machucado, pero vivito y coleando.

-Me voy a casa –dijo el tipo antes de desaparecer-. Tengo cosas que hacer.

-Puedo saber en qué estás pensando, flaquito –le respondió entonces un viejo en camiseta que tomaba mate sentado en un banquito-. No reincidas, pibe, no seas b*ludo. Total, la plata ya la tenés…

Julieta Venegas fue la segunda en recibir la paliza, y Natalia Oreiro y Facundo Arana también, aunque estos últimos terminaron dentro de la misma bolsa, nunca mejor dicho. Yo ya estaba algo cansado, y justo cuando le tocaba ser garroteado al “Chavo” Fucks, que era el último de la jornada, apareció un cadete de un laboratorio trayendo los resultados de un análisis que demostraban que el mencionado papanatas era inimputable debido a que le faltaba algo en el cerebro, fuera de bromas. Entonces los niños allí presentes se echaban a llorar, y a uno se le caía el helado al piso.

-¡Hijo de pu*a…! –exclamó indignado el viejo, poniéndose de pié y arrojando el mate hacia la camioneta, destrozándole el parabrisas.

Luego me desperté. Creo que el viejo en camiseta era Hector Alterio.

martes, septiembre 05, 2006

Daktari

Yo por Dentro - Madre Naturaleza

Decidido a terminar definitivamente con mis reservas de Ticket Restaurant, éste sábado propúsele a mi novia cenar afuera. La idea era encontrarnos tempranito en La Farola, un restaurant-pizzería conocido por sus porciones inmensas y (si sos medio maricón) compartibles, a comer como chanchos. Bueno, esa era mi idea. La de ella tal vez era otra. No sé, no leo el pensamiento.

Mientras esperaba el colectivo, se acercó a mí un señor de barba, llevando consigo una carpeta. Una versión un poco más envejecida pero también más arreglada de ese morocho quilombero y huelgadeambrista que tiene un puesto de panchos en Puerto Madero, pero sin llegar a ser un José Hernández. Me preguntó qué colectivo le convenía tomar para ir a tal lado (gracias a lo aprendido en la Guía T le pude decir incluso donde bajarse), y agradecido y aburrido en partes iguales, comenzó a darme charla acerca de sus hijos y su esposa dieciocho años menor que él. Creí que no iba a interesarme hasta que me tiró por la cabeza la siguiente línea:

“¿Te acordás del perro Tronco, de Brigada Cola? A ese lo atendía yo. Los dueños eran una parejita de muchachos homosexuales”

Hey, si eso no logra captar tu atención, nada lo hará.

Resultó que Oscar había sido (y todavía es) un veterinario/criador/adiestrador de perros (y otros animales) actores de todo tipo para desfiles, películas y otros eventos. Es un negocio familiar, del que ahora se hace cargo su hijo. Acababa de cerrar un trato con una vieja de un country que necesitaba algunos perros de adquisición tan costosa como complicada, de raza Kangal.

En los diez minutos que demoró en llegar el 343 (en el que venía mi novia, también llegando tarde a nuestra cita) me habló acerca de la perra del “Agujerito Sin Fin”, de cómo Amalita Fortabat le prestó la plata para que dejase de alquilar y se comprase la casa propia treinta años atrás, de los problemas que tuvo a la hora de organizar la seguridad canina cuando aceptó hacerse cargo de los Rolling Stones en su última visita a la Argentina, de los perros de Martiniano Molina (que es un cliente de los buenos), de su pelea con Susana Giménez (que le debe plata) y del mal humor del espécimen que actualmente aparece en la versión nacional de “Married with Children”.

Ya sé que este post no invita a la reflexión ni mucho menos, pero imagino que ustedes, en caso de enterarse por boca de terceros de que yo conocí al tipo que adiestraba a Tronco y no dije nada al respecto, se habrían sentido –por lo menos- excluidos de mi excepcional experiencia, y cuestionado mi silencio egoísta.

Y yo los quiero mucho a todos.
Que este post haga las veces de homenaje al recientemente desaparecido "Cazador de cocodrilos", probablemente el australiano mas loco que haya existido, y damospeniense honorífico.

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lunes, septiembre 04, 2006

No matarás, a menos que yo lo diga

Yo por Dentro - Religión

Este domingo volví a ir a la iglesia. Lo bueno de las religiones es que -al menos en las que conozco- Dios es siempre el mismo y no envejece ni cambia. Y como teóricamente siempre siente el mismo amor perfecto, perdona y todo eso, uno puede reencontrarse con el en cualquier momento, y está todo bien, cosa que no sucede con los compañeros de la escuela primaria pero que explica el porqué muchos facinerosos encuentran en Dios al único amigo que los acepta a pesar de que hayan violado, asesinado, etc. De cualquier modo, ese es otro tema. Esas cosas son las que hacen que Dios sea grande, perfecto y distinto a mí.

En un momento de la predicación (afortunadamente llegamos tarde y me salvé del bochinche de los músicos), el pastor dijo algo acerca de que Dios le había dicho a un fulano la siguiente frase: “Vos sos el problema”. Casi de inmediato, empecé a sentir lástima por el desdichado. Imagínense: estamos hablando de un Dios omnipotente que (si se lo propone) puede meterte un enjambre de avispas de fuego por el recto y sacártelas una a una por los conductos lagrimales, para luego obligarte a comerlas nuevamente a fin de que puedas orinarlas en forma de alambre de púas.

-Pobre muchacho –le comenté a un muchacho por lo bajo-. Porque… que Dios te diga que te ve como a un problema tiene que preocuparte: no es una amenaza de un vecino cualquiera.
-Lo peor –me respondió él- es que te vea como a un problema y no te lo diga a vos, sino que se lo diga a otro… que es lo que suele pasar.

La historia del mundo está construida casi exclusivamente sobre guerras en las que el Dios de turno habló con algún/os muchacho/s para dejar en claro que tal o cual religión/pueblo/fulano era malo y debía ser eliminado. Convencido como estoy, de que el fanatismo religioso es el peor mal que existe sobre la faz de la Tierra, creo que no resulta aventurado denunciar que me he dado cuenta de una cosa: El mundo sería un lugar mejor si Dios hiciese su propio “trabajo sucio”. O si se basara la fé únicamente en los pasajes más cristianos.

Creo que mis posibilidades de ser alcanzado por un rayo han aumentado en un 85%.

viernes, septiembre 01, 2006

Vamos a Divertirnos

Yo por Dentro - Vida Diaria

Casi toda mi vida gira en torno a mis propios intereses. En parte porque soy humano y me parece que sería peligroso obrar de manera diferente a la hora de cruzar la calle o cobrar el sueldo, y en parte porque podría yo ser un arrogante despreciable y no haberme enterado todavía. No sé que quise decir con eso, pero bueno, no importa, es que si no, el post iba a resultar demasiado breve. En realidad, mi vida gira en torno a mi trabajo, mi novia, este blog y mi comida, como ustedes saben.

Hoy quiero que hablemos de otros, y juguemos a algo entre todos; quiero que me cuenten acerca del blog que consideren, a todas luces, el más estúpido, o el que peor les cae. Sí, me levanté convertido en un niño travieso y aburrido dispuesto a despertar todo tipo de animosidades.

Les pido encarecidamente no me salgan con recursos como: “Ay, el peor seguro que es es el mío”, y luego la rematen con un emoticon de una lengüita afuera (o cualquier otro emoticon, no se hagan los vivos). Quiero ver si mas o menos, los visitantes de Damos Pen@, que son a la vez mis “visitados”, comparten conmigo mi criterio de la “insoportabilidad”.

Les pido también que NO digan exactamente la dirección o el nombre, y que tiren pistas, así podemos adivinar o sospechar de quien se trata. Yo voy a ser el primero. Si adivinan, NO digan quien es, ¿De acuerdo? A lo sumo, mándenme un mail. No es mi intención herir o publicitar a nadie, y menos aún a quien nos permite esta diversión.

El blog más paparulo que he visitado pertenece a un joven argentino de entre 20 y 40 años. Su template (para los que no entiendan, me refiero al aspecto visual de su blog) es un template de “Blogger”, quien obviamente le cedió el espacio que nos ocupa. No escribe mal, pero sus razonamientos y supuestas reflexiones profundas sobre la sensibilidad, la libertad el comportamiento de la sociedad suelen ocupar párrafos y párrafos casi de una forma indefinida, y a los cinco minutos de haber tratado de amigarme con su blog, al menos por respeto al criterio de la persona que lo tenía linkeado (una dama entre mis links), sentí la necesidad de llevar el monitor hasta el baño sin desenchufar la pc y electrocutarme metiendo los pies descalzos en los mingitorios.

Pero decidido a averiguar si este sería mi “antiblog”, comencé a visitarlo una vez cada tanto. Tal vez nomás por malpensado, imagino que en realidad su única motivación es tratar de conquistar mujeres vía blogs, cosa que también hace más fácil entender su lista de links, casi exclusivamente compuesta por féminas. Cruzarse con comentarios suyos en otras bitácoras duele lo mismo: ese muchacho ama el sonido de su propia voz más de lo que yo amo la entraña a la plancha con ensalada mixta, y se toma muy en serio su libertad de expresión (pese a que tiene activada la en su caso muy necesaria moderación de comentarios ajenos que nunca me sentí tentado a probar), al punto de que me resulta difícil creer que conserva todas sus piezas dentales originales. Alguien debe haberlo fajado al menos una vez, that´s for sure.

En resumidas cuentas: la sola de existencia este blog justifica sobradamente la existencia de ojivas nucleares. Pero antes de seguir explicándoles las razones que me llevan a querer mutilarme el escroto con el canto mellado de un cuchillo oxidado y embebido en aceite de ricino cada vez que vuelvo a visitarlo, daré el tiro de largada a la inquisición más divertida y menos nociva que se me pudo ocurrir para este fin de semana.

¡Pum!

¡Y tómense todo esto como un juego, que no es otra cosa sino eso! Hoy es Viernes y estoy de muy buen humor.

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