William Wilson

Yo por Dentro

Comment mediante, un lector perspicaz supo recordarme que a la saga: Agentes Escolares le faltó un elemento: El Abusón. El Nelson de los Simspons, el Biff Tannen, de Volver al Futuro.

En mi escuela –al menos en la primaria- nunca hubo un muchacho de ese tipo. Había sí algunos niños más intrépidos, molestos o propensos a la trifulca que otros, pero nunca un nombre en particular.

Con Borgiano pavor me di cuenta, horas atrás, que el abusón no existió porque debería de haberlo sido yo.

Véanlo así: cuando niño, yo era el más alto y probablemente también el más gordo de mi clase, y lo mismo sucedía en mi grupo de amigos del barrio. Mi apodo en el colegio era “el genio”, pero en la escuelita de fútbol era “el rompe huesos”. Provengo de un hogar de padres separados y mucho quilombo, situación que pone en DEFCON 4 a los psicólogos, supongo (nunca fui a uno*). Siempre me fascinaron las armas de fuego, las espadas y el combate cuerpo a cuerpo. Colecciono cuchillos, dagas y esas cosas desde que tengo memoria.

Pero así y todo soy mas sano que la avena Quaker. Las armas me llaman la atención como juguetes complejos que son, y las artes marciales me gustan tanto como el resto de las artes. Siempre preferí dejar que me tomasen por tonto o miedoso antes que generar algún conflicto que me pudiese mandar a la dirección, u obligarme a recibir una perorata educativa. Nunca se me cruzó por la cabeza tirarle un cascotazo a alguien, quitarle el dinero de su almuerzo, ni cometer acto cualquiera de vandalismo mínimo, como escribir “Dale Boca” sobre el banco. No imagino las condiciones terribles que me llevarían a pegar un chicle debajo de la mesa o agarrarme a golpes con alguien en la vía pública, por dar ejemplos.

No sé con que derecho les evité yo entonces, a todos mis compañeritos, el terror que por alguien deberían haber sentido…

*Ahora me pregunto si el hecho de que ningún psicólogo me haya alertado acerca de mi situación es la razón principal de que nada haya sucedido.