martes, marzo 22, 2005

Mantis Investiga

Científicamente - Yo por Dentro - Vida Diaria

No se si será debido al empobrecimiento cultural, económico o espiritual, pero los modales de la gente se han deteriorado de un tiempo a esta parte. Ya no recuerdo la última vez en que alguien solicitó mi visto bueno antes de pasar por mi lado en espacios reducidos, y la falta de mesura no es sólo cosa de jóvenes... hay mucho bo*udo viejo/a que se te lleva por delante como si la vereda fuese suya, esperando que te corras y le des paso.

En fin, eso me dio la bronca suficiente para llevar a cabo un experimento consistente en caminar como apurado dueño de una vereda congestionada, con actitud beligerante, sin decir una sola palabra y ocupando todo el espacio posible en el camino, dispuesto a romperle el alma a quien fuese (Gracias a Michael Douglas por su Día de Furia). Lo hice hoy, durante la tarde, en San Isidro, camino a una diligencia personal, involucrando a los treinta ejemplares que más comunes se me hacían a la vista. Tomé notas de todo lo ocurrido, y estos son los destacados:

-Un hombre de traje, de unos 35 años, chocó contra mi hombro y siguió de largo llevándose un terrible golpe, como si nada, hablando por su celular. Ni siquiera desaceleró o volteó para mirar si yo lo provocaba con mi mochilazo. Autista social.

-Otro hombre de apariencia ejecutiva y unos 50 años, también muy apurado, quiso llevar a cabo la misma maniobra. Al chocar y descubrir que mi organización psico-física era mucho mas sólida que la suya, se volteó y pidió disculpas (perdoná, flaco), pero sin detenerse.

-Una vieja que llevaba por lo menos tres bolsas de compras especuló que yo iba a ceder o moverme, y también se comió un freno terrible. Puso cara de pocos amigos (creyendo que yo era el maleducado, seguramente) y reinició la marcha.

-Un grupito de tres jóvenes (de 17 años aproximadamente) venía entretenidísmo con su charla post-chat, y uno de ellos no llegó a organizar su recorrido antes de que yo me lo llevase puesto. Se comió su buen golpe, perdió el equilibrio, rió y aceleró el paso hasta alcanzar a sus colegas. Yo seguí derecho, sin prestarle atención, de acuerdo a los fines del experimento.

-Otro grupo de jóvenes (esta vez de cuatro mujeres, también de 17 años aprox.) que iba o venía del colegio privado (lindo uniforme) se abrió en dos como las aguas ante Moisés. Yo pasé a toda velocidad, pero bien habría disfrutado quedándome a hablar con la rubia de anteojos.

-Una pareja (hombre y mujer de 35 años) venía conversando distraída y mirando vidrieras, y sus hijos, dos nenes de cuatro o cinco años, marchaban algunos metros por delante de ellos, dando cabriolas y chocándose contra quienes venían en sentido contrario. Uno cayó al piso cuando lo levanté en seco de un rodillazo, y nadie dijo nada, a excepción de la madre, que murmuró “cuidado, Matías”. Matías ni cuenta se dio de nada, y siguió rebotando.

-Una señora mayor, cinco hombres de mediana edad, un mozo de un bar vecino, una nena de quizá diez años y un muchacho de mi edad me esquivaron (cada uno en su momento y por separado) al ver que venía yo como una tromba. El mozo incluso se detuvo y me cedió el paso, pero creo que lo hizo porque venía con la bandeja, llevando un café y unas masitas.

-Una mujercita de buena silueta bronceada, muy bien vestida, de menos de 30 años que hablaba por celular (¡Cuanto celular hay por la calle!) eligió un lado por el cual esquivarme, pero al ver que sería derrotada por mis intenciones, se detuvo y susurró un dulce “¿me das permiso, por favor?” que se ganó mi aprobación. Luego, continuó con el apuro.

-La frutilla del postre. Un muchacho de gimnasio, no muy alto (mi edad, unos veintitantos años) que caminaba junto a su novia o pareja amorosa creyó (como tantos otros) que su apuro y aspecto grave bastarían para intimidarme, y por no desviarse un paso se comió un codazo formidable en el pecho. Para hacerme saber que era macho (o tal vez para mostrárselo a su chica) me empujó con ambas manos por la espalda, a la voz de “¿Que haces, bol*do?, ¡fijate por dónde caminás!” Yo, siguiendo lo planeado, y preparado para cualquier cosa en pos del estudio científico, me volteé elevando la voz para que todo el mundo me escuchase, dejé la mochila en el suelo y respondí “¿Y por qué no te fijás vos, paspado del or*o? ¿Querés que arranque la cabeza? ¡For*o! ¿Qué me venís a empujar? ¡Recatate, bol*do de mier*a!

Confieso que tuve que hacer mucha fuerza para no reirme y abandonar el personaje: La mina se llevó al tipo tirándole del brazo e interponiéndose entre ambos, alegando que yo podía lastimarlo “al pedo” (temor ante lo desconocido) y yo quedé como un verdadero loco de la guerra ante la multitud (¡Sepárenlos! gritó una vieja por si acaso). Estuvo muy bueno. Muy, pero muy bueno. Ahora bien, queda demostrado que:

a) No hay que hacer enojar a los desconocidos gratuitamente, porque nunca sabemos con que clase de colifa estamos tratando. La mina del último punto fue sabia.

b) No hay respeto por el otro. Yo obtuve que se me diese el paso sólo gracias a que mi velocidad y actitud decidida parecían superiores a la del resto. El peatón promedio sólo le deja el paso a quien se desplaza de un modo más agresivo, tal y como lo hacían los cavernícolas.

c) Propiné y recibí suficientes empellones como para mover la estatua de la Libertad, y nadie, ABSOLUTAMENTE NADIE, pareció sorprenderse. De los que me empujaron, nadie pidió permiso antes de chocar, sino que todos prefirieron esperar a colisionar, y sólo un par pidió disculpas cuando eso sucedió.

d) He perdido el juicio.

No todo es culpa del otro, gente, a ver si trabajamos un poquito en estas cosas...

1 Comments:

Anonymous Anónimo dijo:

Esa es una de las cositas que...no me gusta de Buenos Aires...caminar por sus pobladas veredas...

Desde que bajás del cole...y pisas la vereda...tenés que agarrar cierto ritmo...o te pisan...te pasan por encima...

Me encantó tu experimento...me mató lo del vago del gym...jaja...
Y según las cosas que me cuentan de baires.....HAY CADA LOCO...(desde ya...te incluyo...)

miércoles, diciembre 13, 2006 4:17:00 a. m.  

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