Si no querías que te degollase, me lo hubieras dicho

Cine, tele y así

En las películas de terror decentes, por lo general, el malo es alguien malo en serio. Bueno, reconozco que en algunas otras el malo resulta ser el novio de alguna o el mejor amigo del padre muerto de otro, enmascarado, pero creo que eso es una estupidez al estilo Escubi Dú (créanme, se escribe así).

En fin, a mí me gustan los malos bien malos, con cara de monstruos y poderes de otro mundo. Un “Buen Malo”, si se me permite el oxímoron. El demonio con forma de payaso de “It” (el papá de Ronald MC Donald), Freddy de “Nightmare on Elm Street” y así. Resumiendo: un malo al que no se lo puede derrotar a trompadas. El tema es que a esos malos no se les puede ganar así nomás, porque son del tipo que no se muere ni a balazos. Yo tengo armas en casa y confío en que con ellas puedo enfrentarme a los malos de todos los días. O sea, le apunto y tiro tratando de que se muera. O lo apuñalo y decapito. Así funcionan las armas.

Pero con los malos de película es distinto. Todos siempre tratan de matarlos. Yo trataría de “negociar” la situación. Por si acaso, duermo con mis ahorros (si es que así puede llamársele a la parte de mi sueldo que todavía no gasté) cerca de la cama, y también estoy abierto a otras proposiciones que el malo pueda hacerme: Favores sexuales, asesinatos por encargo, trabajos de inteligencia y apoyo logístico… Porque no sé… Imaginate que te mata un “malo” al que podrías haber coimeado…