Yo por Dentro - Madre Naturaleza – Del Habla
De vez en cuando, mientras escribo un artículo, me doy cuenta de que el mismo puede llegar a ocasionarme algún dolor de cabeza. Bueno, no es que me de cuenta totalmente (si fuese así, los evitaría y escribiría otra cosa), sino que mas bien paso a sentir cierto presentimiento de conciencia a lo Pepe Grillo, que no llega a definirse, y me dice algo así como que: “Sería un error no publicarlo, pero puede que en una de esas no salgas ileso si lo hacés”. El de hoy, es uno de esos casos. Algo me dice que voy a arrojarme a los leones.
La paternidad es un asunto serio. Como ya supe decir, estoy de muy buen humor para ser padre, debido a que siento próximo mi casamiento con la mujer que amo. El hecho de ser joven no me desalienta, pero la realidad de que el niño debería criarse a base de pastito, agua (de la canilla) y bichitos que pudiese cazar valiéndose de sus propios medios debido a falta de mejores recursos económicos, sí. Sin embargo, imagino que me daré cuenta de cuan preparado estoy el día que eso suceda, y no antes. Pero en algún rincón terrible de mi alma mántida, estoy convencido (no me alegra, ni ofende o hiere) de que la madre está obligada a ser más responsable que el padre, por algún motivo genético que no entiendo. A fin de cuentas, la panza le sale a ella, y la lactancia corre por su cuenta. De los antojos no digo nada porque siempre tengo ganas de comer entraña a la parrilla y sánguches de miga. A veces, incluso mientras los estoy comiendo.
Con esto no quiero decir que la crianza de la criatura deba llevarse a cabo exclusivamente por la hembra, nada que ver. Tengo planeado ocupar con firmeza y compromiso mi lugar, y dedicar mucho tiempo de mi vida a amar al pequeño mántido, cuidándolo, mimándolo, cocinándole cosas ricas, leyéndole cuentos, inventándole historias, aconsejándolo, acompañándolo y retándolo cuando se equivoque; y porqué no, llegado el caso, convirtiéndolo en una perfecta máquina de matar pensada a fin de sembrar la destrucción y la oscuridad en el mundo. Supongo que esto último lo haré cuando mi esposa no me vea, debido a sus prejuicios cristianos para con el homicidio, la tortura con bambú debajo de las uñas y demás cosas divertidas.
Pero sí sospecho que el grado de responsabilidad del padre es intrínsicamente menor. A fin de cuentas, las licencias laborales se siguen otorgando exclusivamente por “maternidad” (al padre falta que le digan: “Te hubieras puesto un forro”) y jamás -pero jamás de los jamases- voy a soñar con la posibilidad de que una mujer joven que viaja rumbo a –ponele- su lugar de trabajo, se levante en el tren para darme el asiento debido a que (como les gusta decir ahora a muchas mujeres) “mi pareja y yo estamos embarazados”. Porque si el grado de responsabilidad es el mismo, también lo deberían ser las condiciones.
Leones, aquí estoy.
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